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Coherente hasta el último aliento

Su huella no se aprecia a simple vista, sobre todo en barriadas de aluvión donde los contratistas corruptos y los aparejadores sin escrúpulos, de Nápoles a Liverpool, de Vigo a Kiev, han levantado edificios en los que la humedad y la desgracia van haciendo aflorar ... la pobreza del cemento y otros materiales. Pero de los seres que habitan en esos barrios marginales, y de su eco en los que presumen de su manicura y de su ropa interior y no quieren (no queremos) saber que la desgracia de la mayoría de los vecinos del mundo depende de nuestra opulencia, de nuestros círculos de aislamiento, de nuestra lejanía de la realidad, de nuestro proverbial autoengaño, hablan los grandes dramaturgos del siglo XX, que tras las atrocidades de las dos Grandes Guerras y de la perplejidad existencial de la posguerra llevaron a la escena a un hombre sin atributos, huérfano de grandes ideas y de grandes sueños, víctima de sus ilusiones pequeño burguesas y de una infelicidad hija tanto de su propia renuncia como de las condiciones de la vida que han ido fraguando en Occidente y todas sus inmensas afueras.

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