Cementerio de elefantes
Rafael Hernando, voz del PP, ha dado con la metáfora, y eso se agradece mucho en un político, tan acostumbrados como están al lenguaje esotérico y abstracto. Hay discursos de político que son como un cuadro de Tàpies. Cementerio de elefantes. Huesa de dinosaurios. Dice ... Rafael Hernando que los socialistas quieren convertir las altas instituciones de la Justicia en un cementerio de elefantes. De elefantes políticos, claro. Casi todos los nombres que proponen los socialistas para el Tribunal de Cuentas, el Constitucional, etcétera, son políticos socialistas en vísperas de jubilación. Nuestros sociatas quieren llenar los altos tribunales de pensionistas de la política, jubilados forzosos, gratitudes a los servicios prestados, asilo de fieles y residencia de inválidos. Van a vestir de toga y puñetas a su Inserso particular.
La lista de los socialistas para los tribunales de Justicia amenaza con constituir una corte de los milagros, una santa compaña, la procesión de las ánimas o un desfile de esqueletos políticos. De momento, figuran al frente de todos ellos dos figuras del Museo de Cera socialista, donde tuvieron tanto tiempo al pobre don Ramón Rubial, y donde quisieron instalar antes de tiempo al viejo profesor Tierno Galván. Una de esas figuras es Luis Martínez Noval, con su cara de Lázaro resucitado que da los primeros pasos después de salir del sudario, y la otra figura es Ciriaco de Vicente, resurrecto de una vieja historia bíblica, con su barba de profeta menor o de Matusalén pelirrojo. La carrera jurídica de estos dos candidatos discurre pareja a las de Justiniano y Pomponio. Sobre todo, a la de Pomponio, que el nombre les va bien.
A lo que se ve, aquel «pacto para la justicia» que despertó tantas esperanzas y trajo tantas satisfacciones y congratulaciones, no ha servido para mucho. La verdad es que se veía venir. Agua de cerrajas o, como dice el pueblo, nada entre dos platos. Los platos todavía no se han roto, pero los dos partidos del «pacto» están a punto de tirarse la vajilla judicial a la cabeza. Los sociatas insisten en meter el Inserso político en el palacio de Justicia, y los populares se resisten a que la politización de las puñetas adquiera una evidencia tan clara. Se requiere un poco de disimulo, y que no lleven allí a ex ministros y otros pensionistas políticos de primera fila. Que Martínez Noval y Ciriaco de Vicente juzguen a sus compañeros de partido por gales o manguis, no es de recibo. Al menos, que los aspirantes hayan oído hablar de Ihering, de Planiol o de Carnelutti. Vamos, que no se hayan quedado en Javier Moscoso, Belloch y Ledesma.
Si ese pacto era una manera de evitar o de paliar al menos la inundación política que ha sufrido la Justicia durante el período felipista, apaga y vámonos. Ahí están los dos grandes partidos luchando a brazo partido, toga por toga, puñeta por puñeta, para meter en los altos tribunales a personas de inequívoca fidelidad. Ese propósito se hace más transparente en el Partido Socialista quizá porque están acostumbrados a operar en ese terreno sin necesidad de disfrazar a nadie ni de repartir entre los candidatos antifaces de carnaval. Pero el ideal de elegir a miembros de la jurisprudencia, no sólo de reconocido prestigio, sino de probada independencia, se queda en algo así como una carta a los Reyes Magos. «Queridos Reyes Magos: He sido bueno, y quiero que me pongáis una paloma azul o un mirlo blanco..., etcétera»
Total, que en ese partido hay prórroga como en el fútbol, y al final a entrar por uvas y a pasar por el aro. Están cambiando magistrados como si fueran cromos. O canicas. O lirones para tirarlos luego con el canuto. Y lo hacen a la vista del público. ¿Pero no les da vergüenza?
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