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Editorial

Casado, en la encrucijada

Al PP le sobra tacticismo coyuntural y le falta consagrar una estrategia global compatible con la visión de España que tienen los votantes de Vox y los aún afines a Ciudadanos

ABC

La primera reacción drástica del PP a los pésimos resultados obtenidos en las elecciones catalanas ha sido anunciar que abandonará la actual sede nacional del partido para mudarse a un nuevo edificio como símbolo de ruptura con el pasado. La segunda, convocar una convención nacional que revise todos los errores cometidos y, sobre todo, que apruebe una nueva estrategia refundacional para recuperar los millones de votos perdidos que en su día recayeron en Ciudadanos, y ahora en Vox. Detener la sangría es una necesidad tan imperativa para el PP como hacer una profunda reflexión autocrítica -que ayer Pablo Casado eludió-, porque sus esfuerzos para liderar con solvencia el centro-derecha han sido lastrados por todo tipo de bandazos. Las relaciones entre el PP y Vox están rotas, y Casado apenas recupera votantes de Ciudadanos.

Al PP le sobra tacticismo coyuntural y le falta consagrar una estrategia global que sea mayoritariamente compatible con la visión de España que tienen los votantes de Ciudadanos y de Vox. Son votantes diferentes, pero la inmensa mayoría proceden de un PP que les defraudó por la corrupción y por la renuncia a reivindicar principios determinantes de la derecha. Eso es lo que debe discutir el PP sin remilgos de corto plazo, y eso es lo que debe acometer con decisión y urgencia, independientemente de los sacrificios personales que convengan. Naturalmente, no todo son errores en la gestión del PP. También hay aciertos incontestables, pero no calan lo necesario para resolver la fractura en el electorado de la derecha y que éste vuelva a aglutinarse en el partido. El PP sigue siendo una formación con mayor implantación, trayectoria y experiencia en la gestión que Vox, y sigue siendo referente de un constitucionalismo amenazado por el Gobierno. Por eso las campañas de criminalización del PP por parte de la izquierda y sus terminales mediáticas surten tanto efecto y deterioran su imagen. El PP necesita creer en el PP antes de culpar siempre a terceros de sus males, y no basta con invocar solo el voto útil contra Sánchez, porque ahora se le ha fugado incluso hasta al PSC. Esa estrategia ha sido superada por el voto emocional y reactivo de Vox. Más allá de su mensaje de ruptura con el pasado, el PP necesita ilusionar, movilizar y crear expectativas que hoy no crea. Lo contrario solo castigará cada vez más a Casado, cuya labor prioritaria debería ser lograr la conjunción con Ciudadanos. La derecha, con tres partidos, es impotente y está condenada al fracaso.

Uno de los reproches que se hace a Casado es haber diluido aquel mensaje de firmeza en reivindicación de su espacio político que dirigió a los votantes del PP durante la moción de censura de Vox a Sánchez. Aquel discurso marcó un antes y un después en su liderazgo, y lo idóneo sería retomar aquella senda. Es cierto que la disyuntiva entre recuperar al votante de Ciudadanos y al de Vox simultáneamente no es es fácil. Incluso, supone un laberinto diabólico para el PP. Pero el mensaje ha de ser unívoco y siempre coherente, más aún cuando cuenta con una persecución implacable de la artillería mediática de la izquierda, que le silencia sistemáticamente. Idéntica reflexión corresponde hacer también al antiguo votante frustrado del PP, que incluso ha optado en Cataluña por votar al PSC. En todo caso, la preferencia por el voto útil no puede ser por un exministro de Sanidad que no ha dado explicaciones creíbles sobre 80.000 muertos, que pacta con separatistas y tiene inclinaciones soberanistas.

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