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Hermann Tertsch

Una camada con suerte

Hay una gran diferencia entre aquellos camisas pardas que quemaban los libros de Zweig y las camadas totalitarias que ahora quieren acabar con todo lo español en Cataluña

Hermann Tertsch

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«Estoy recibiendo muchas cartas airadas de todo el mundo por la quema de mis libros hoy en Berlín. Llegan de Holanda, Francia, Inglaterra… nadie puede concebir que después de 400 años vuelvan a quemarse libros…», le escribía Stefan Zweig a su amigo Alois Mora ... el 10 de mayo. Lo hacía desde Salzburgo, ciudad austriaca en la frontera con la Alemania hitleriana. «Hoy todavía podemos decir con orgullo que eso no habría sido posible en Austria». Todavía. La situación iba a peor. Un mes más tarde confesaba a su amigo Andreas Latschke: «Mi situación es mala, peor de lo que me atrevo a dictar. Aquí ya no se puede vivir, no se puede decir ni una palabra a nadie porque todo es nacionalsocialista. Ni los amigos cercanos son ya seguros. Aquí se ahoga uno entre enemigos y espías…». Zweig no cumplía ningún requisito para ser buen nacionalsocialista. Y lo que se exigía en el Salzburgo obnubilado por el milagro alemán era eso. Aquellos austriacos solo pensaban en que «todos somos de los països germanos». La llamada de la tribu . La de entonces y la de ahora, la que se oye en coro entonada por jóvenes camadas de odiadores salidos de colegios y universidades del adoctrinamiento y la mentira.

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