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LAS CADENAS DE PROMETEO

PROMETEO robó el fuego, reservado a los dioses, para dárnoslo a los hombres, que, de ese modo, podemos luchar contra el frío y guisar las habichuelas; pero los dioses, implacables, castigaron a Prometeo y le mandaron encadenar en una cumbre del Cáucaso para que un ... águila le comiera constantemente el hígado. Cuando, hace veinticinco siglos, lo contaba el buen Esquilo en su Prometeo encadenado, el coro de su tragedia clamaba contra el despotismo y la ira de los dioses y, sobre todo, lamentaba las leyes caprichosas e injustas que obligan a los mortales a la obediencia ciega y resignada. Así visto, parece algo rancio y, por mitológico, distante de la realidad; pero si nos ponemos en la piel de Prometeo -¡ay!- y repasamos el Plan Especial de Seguridad Vial que, siguiendo su (mala) costumbre, el Gobierno ha tramitado de forma irregular veremos que, cambiando el vestuario y el decorado, el argumento sigue siendo el mismo. Los dioses del Estado, felizmente eventuales discontinuos, nos encadenan a una roca para que las águilas del Ejecutivo nos coman las entrañas. Desgraciadamente, en la versión actual de la tragedia el coro es mucho menos activo, potente y gritón que en la original.

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