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De las cacerías de seres humanos

La preocupación por los derechos de los animales debería equipararse con los derechos de los seres humanos

Ramón Pérez-Maura

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Debería ser obligatorio leer en las muchas facultades de Comunicación que hay en España –demasiadas– el libro que acaba de publicar Arcadi Espada: «Un buen tío. Cómo el populismo y la posverdad liquidan a los hombres» (Ariel. Barcelona, 2018). El libro narra con detalle el acoso y derribo al que fue sometido el que fuera presidente de la Generalidad valenciana, Francisco Camps. Uno de los casos más flagrantes de destrucción de una persona por nada. Literalmente.

Espada parte de una premisa con la que me siento identificado porque describe una circunstancia de la que yo mismo era culpable hasta que he leído este libro: identificar a Camps como epítome de la corrupción en España. Porque ésa es la imagen que ha quedado de él aún después de haber sido declarado inocente en la causa de los trajes, una verdadera cacería humana perpetrada principalmente por un diario que se las da de ejercer como medio de comunicación de referencia en España: «El País». Pero Camps fue declarado inocente por un juzgado popular en la Comunidad Valenciana, y posteriormente por el Tribunal Supremo cuando ya sólo era un cadáver político como bien apunta Espada.

Antes de que el caso fuera cerrado y a lo largo de tres años, «El País» se refirió al asunto de los trajes de Camps en su portada en 169 ocasiones. El libro reproduce y desmenuza 120 de ellas. Lo que ahí puede verse es verdaderamente descorazonador respecto a lo que es el periodismo en España. El monto del delito a lo largo de esos tres años oscila en las informaciones de manera drástica. El periódico ofrece hasta 18 cifras diferentes, que varían entre un máximo de 30.000 euros y un mínimo de 1.400, que sin duda es la cifra que mejor refleja el fondo del asunto. El escándalo trataba de un supuesto regalo de tres trajes de la afamada firma Milano, en la que cada vestido completo costaba poco más de 400 euros. Y sobre un asunto así se estableció una campaña para destruir la vida de una persona. Tres trajes de Milano. Que, encima, el Tribunal Supremo tampoco considero que le hubieran sido regalados a Camps.

Uno de los graves problema del periodismo en nuestros días es cómo se van descapitalizando las redacciones de periodistas veteranos y se sustituyen por becarios necesariamente inexpertos. La crisis obliga a contratar mano de obra más barata. Pero el libro de Espada es, involuntariamente, un alegato en favor de los becarios. Las 169 informaciones sobre Camps que merecieron portada fueron escritas por redactores veteranos, con una carrera profesional muy relevante, que podrían haber cuestionado una orden de sus jefes con alguna autoridad. Si lo hicieron, el resultado fue igualmente devastador para la verdad.

El libro va desmontando noticia a noticia la tergiversación de la realidad que hace el periódico, desde la supuesta íntima amistad de Francisco Camps con el presidente del Tribunal Superior de la Comunidad Valenciana, hasta los imaginados enfrentamientos de Camps con Rajoy. Y según lo va haciendo, es incontestable que en estos tiempos en que tan extendida está la preocupación por los derechos de los animales, no hay un interés de la misma intensidad por los derechos de los seres humanos.

Espada explica en la introducción del libro que intentó obtener la versión de estos hechos de quien era entonces el director de «El País», Javier Moreno. Su petición no fue contestada. Quien dirigía el diario en medio de este descalabro periodístico es hoy el director de la Escuela de Periodismo de «El País». ¿Qué les dirá a aquellos de sus alumnos que hayan leído el libro?

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