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El bulo

«La calunnia é un venticello,

un´auretta assai gentile...»

(Rossini, «El barbero de Sevilla»)

CUANDO dos de cada tres cibernautas declaran tragarse sin rubor los bulos que circulan por la red, ahora llamados leyendas urbanas, no se sabe si es mejor dejar correr los ... rumores o desmentirlos, como ha hecho Aznar con la insólita atribución de paternidad del hijo de Rachida Dati, esa ministra francesa cuya pasión mediática empieza ya a irritar a un Sarkozy encelado por el eclipse de su protagonismo. La libertad suprema de Internet ha propiciado una trastienda de abuso libelista donde se puede destruir cualquier reputación con una impunidad notable y, en todo caso, con una pertinacia duradera que convierte el «vientecillo» de Rossini en el huracán Gustavo; por muchos desmentidos que se publiquen, la maledicencia seguirá apareciendo en Google y el calumniado deberá soportarla «per secula seculorum» como parte de su biografía, porque el buscador es hoy la principal fuente de documentación en los medios... y hasta en las universidades. No existe antídoto contra eso: un buen rumor resulta siempre mucho más sugestivo que una mediocre noticia.

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