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La belleza de la vida

ES siempre un misterio el designio de los individuos si en ellos se cree y no se confía en esa masa que puede ser blanda y después terrible. Es siempre difícil de saber quiénes crecen de una forma u otra, quiénes querrán lo que otros ... odian. Muchas tardes pasamos mis hermanos y yo escuchando a mi padre tocar el piano, mucho Mozart, mientras deseábamos ardientes poder estar con nuestros amigos jugando al fútbol por los adoquines de una calle, Maestro Lasalle, en un rincón de Chamartín, por entonces rodeado de campos, ovejas y callejuelas y caminos, casas laceradas por el tiempo y la pobreza, solares y arroyuelos que nadie que hoy viva por allí se atrevería a imaginar. La primera vez que me detuvieron en mi vida fue tras una larga huida ante el pastor que corría como un héroe griego intentando y consiguiendo capturar al infame niñato que había puesto en alarma y huida a todo su rebaño. Aposté con otro niño que yo montaría sobre una oveja. No quiso competir conmigo. Pero yo sí conseguí que el rebaño se desbocara. A través de las vías del tranvía de la línea 70 entre la Ciudad Lineal y la calle de la División Azul. Aún recuerdo el olor de una vaquería cercana. Yo corría con tanto entusiasmo por el hecho como por terror ante el iracundo propietario de las bestezuelas. Nunca olvidaré el vigor del pastor que me persiguió hasta atraparme y agarrarme por el cogote a velocidades insólitas.

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