En primera fila
«Basuraleza»
Es imposible ir a la playa o al campo y no encontrarse botellas tiradas. Hay mucho incívico suelto, pero es obvio que la gestión de residuos no funciona
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Iniciar sesiónUnas 13.000 personas, la Reina Sofía entre ellas, dedicaron la mañana del sábado a retirar basura que otros dejaron tirada en los espacios naturales de todos. Repartidos por toda España, portando guantes, una bolsa de recogida y una balanza para ir pesando los residuos ... recolectados, estos voluntarios libraron a ríos, playas y campos de decenas de toneladas de porquería artificial que nadie cree tener la responsabilidad de recoger. Es el tercer año que Seo Birdlife diseña esta iniciativa, denominada Libera, para concienciar a los incívicos del daño que hacen al abandonar desechos en el medio ambiente. La «basuraleza» -palabra acuñada para este proyecto- va camino de provocar una catástrofe natural en España, no solo por la aceleración de la pérdida de especies y la degradación de espacios naturales, sino también por el peligro que entraña para el ser humano como fuente de contaminación de la tierra y el agua.
Para los que miran el bolsillo por encima de todo lo demás también hay argumentos: la basura que acaba en el mar cuesta cada año entre 259 millones y 695 millones a los sectores pesquero y turístico. Y la cantidad de basura que generamos -y lo mal que la reciclamos- es tal, que el servicio de recogida municipal es deficitario incluso en los ayuntamientos que cobran tasa de basura. La consecuencia directa es que impuestos que bien podrían dedicarse a mejorar los servicios que reciben los ciudadanos tienen que dedicarse a la recogida y transporte de residuos.
Los 13.000 voluntarios que fueron el sábado a recoger desechos por el resto de nosotros sacrificaron su tiempo de ocio para hacernos ver que la «basuraleza» tiene que dejar de parecernos normal. El abandono de porquería fabricada es ya tan masivo que es imposible ir un día a la playa o al campo y no encontrarse con envases de plástico, colillas, chapas, toallitas de bebé, pajitas o incluso bastoncillos de los oídos abandonados. Nuestros abuelos pondrían el grito en el cielo si vieran como están hoy los ríos y los mares. Y nosotros mismos nos plantaríamos si no pudiéramos bañarnos en la mayoría de las playas por el exceso de residuos. Al ritmo que vamos, esta será la realidad que nos tocará vivir dentro de cuarenta años, dice la ONU. Pero aquí seguimos sin cambiar nada como el famoso síndrome de la rana hervida.
Las toneladas de desechos recogidos el pasado sábado son un buen toque de atención, pero lamentablemente la iniciativa no soluciona el problema. Esa basura es solo la punta del iceberg de toda la que se abandona. Un dato que demuestra que hay mucho incívico suelto, pero también que el sistema de gestión de desechos no funciona como debería. Por un lado, el consumidor irresponsable encuentra más incentivos en tirar al suelo sus envases -es más cómodo-, que en trasladarlos al contenedor. Por otro, las empresas envasadoras no ofrecen alternativas a un producto que saben que se convierte en dañino cuando no se recicla. El caso más agudo es, precisamente, el de los envases que más se abandonan en nuestro entorno natural: las latas y botellas de bebidas. Así pues, ha llegado la hora de combinar el modelo actual de reciclaje con el sistema de retorno de envases que teníamos en los años ochenta. Está ya en marcha con éxito en Alemania, Dinamarca, Holanda, Suecia, Noruega, Escocia, Letonia o Lituania. En Berlín, por ejemplo, devolver un envase de agua mineral reporta 25 céntimos. ¿Adivinan el resultado? No hay forma de encontrar una botella tirada en el suelo ¿A qué esperamos en España?
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