Las banderas según Fromm

Para Fromm el patriotismo idolátrico se define por su capacidad para llevar a las gentes a una reacción de indignación furiosa cuando alguien ultraja los símbolos del clan, en plena calle y a la vista de todos. «Muy afortunado tendría que ser para no morir linchado», escribe. Sin embargo, el patriotismo normal se prueba por la menor violencia de los ciudadanos al reaccionar frente a manifestaciones antipatrióticas como la de alguien que pudiera mostrarse contrario o indiferente ante la suerte de su país en el caso de que estuviera en guerra.

Es evidente que, de acuerdo con los criterios de Fromm, el patriotismo de los españoles ni siquiera es capaz de producir unas reacciones defensivas. Sencillamente, los símbolos comunes han dejado de ser tales. Ni siquiera representan la patria como razón solidaria. Esto sería ya un problema, pero, además, la ausencia de símbolos comunes no garantizaría la solidaridad y, además, la inexistencia de los comunes no impide la existencia de patriotismos parciales, eso sí, idolátricos y, por tanto, capaces de provocar reacciones que llevan al linchamiento de los que se atrevan a ultrajar sus símbolos... ¿Qué sucedería si alguien pisoteara la ikurriña en una calle de San Sebastián a la vista de todos? Desde luego, el hecho no sería tomado como un acto de libertad de expresión. Por el contrario, para una gran mayoría, la provocación habría justificado el linchamiento.

Con permiso de Fromm, estamos ante el caso de la sustitución del patriotismo normal por los idolátricos de los clanes. Da miedo pensar que algún día aquel pueda llevar también al linchamiento.