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Bandera de conveniencia

ESOS nacionalistas vascos que ahora piden -con razón- que el Ejército proteja a los pescadores del Océano Índico son los mismos que no hace mucho subieron en procesión al monte Gorbea para conjurar con un aquelarre los malos mengues que habían dejado allí unos militares ... de maniobras al izar una bandera española. Sólo les faltó llevarse para la ocasión al cura de «El exorcista», aunque de curas trabucaires andan bien surtidos, a repartir hisopazos soberanistas contra el sacrilegio perpetrado por las tropas de ocupación a las que ahora imploran -con la razón de su parte, insisto- la custodia de los atuneros. A tal efecto, o sea, al de solicitar el manto protector de las Fuerzas Armadas, los nigromantes peneuvistas soslayan el pequeño detalle de que ello implica admitir que los tales barcos son españoles y navegan -es de suponer- bajo la bandera de España aunque tengan su base en el muy abertzale puerto de Bermeo, y que los soldados cuya presencia a bordo imploran pertenecen al mismo Ejército que no quieren ni ver al norte de Miranda del Ebro. Doble rasero se llama la figura, una variante de la hipocresía mezclada con ese puntito racista tan propio del nacionalismo, que considera de buen tono enviar a la soldadesca que profana sus sagrados territorios a asustar a los negritos del África tropical.

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