Aznar debe intervenir
LA renombrada Casa de Tócame Roque, sede de confusiones y pendencias, fue retratada por Ramón de la Cruz -el unido «don» de nuestras letras- y se asentaba en la calle del Barquillo, 20. Era una corrala pródiga en miserias y grandes broncas que fue demolida ... en 1850. El equivalente contemporáneo de tan ruidoso y poco ejemplar patio de vecindad tiene su sede, también en Madrid y no muy lejos de aquella, en la calle Génova, 13. En su pórtico luce el emblema del PP.
Sobre el racimo de escándalos que se agrupan bajo el rótulo del «caso Gürtel» y las constantes muestras de desapego y distanciamiento que se evidencian en muchos de los distintos barones del gran partido del centro derecha español se superpone ahora, como si se tratara del reparto de un botín, la gresca que se traen Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz-Gallardón y, lo que es aún más obsceno y demoledor, la de sus respectivos escuderos, Ignacio González y Manuel Cobo. Nunca, en lo que se tiene memoria y hasta donde alcanza el paisaje de la política comparada, se había visto cosa parecida. En un momento de máxima gravedad en la vida española, «el otro» partido, el de la alternativa, se consume en conflictos intestinos y bastardos bajo la silente contemplación de su líder Mariano Rajoy, el hombre que, para no equivocarse, nunca hizo nada, ni bueno ni malo, como concejal, presidente de Diputación, vicepresidente autonómico, ministro de varias carteras o vicepresidente de Gobierno. Menos todavía como presidente del PP.
El caso es de tal gravedad, ya que comporta el riesgo cierto de la descomposición del PP, que requiere la intervención de su presidente-fundador, Manuel Fraga y, sobre todo y por razones obvias, del presidente de honor, José María Aznar, refundador del partido. El PP, con sus defectos, es algo de lo que no debemos prescindir en momentos como el actual, cuando el PSOE fragmenta el Estado con arranques federalistas, divide la Nación con desvaríos de memoria y nos arruina a todos con su incapacidad para enfrentarse a la crisis económica. Aznar se retiró de la política, o eso nos dijo; pero sus previsiones de sucesión y continuidad han fracasado. Cuando por primera vez en la intermitente historia democrática de España está en presencia un gran partido capaz de tutearse con la izquierda no sería responsable asistir impertérritos a su demolición. Ayer Barquillo, hoy Génova y mañana, ¿qué?
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