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Luis Ventoso

Azerbaiyán

Es curioso, sí, pero para ir hasta allá…

Luis Ventoso

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A comienzos de este siglo, de churro y sin voluntad, pasé dos días en Azerbaiyán, en su capital Bakú, allá a la vera del Caspio. El lugar era raro, con un urbanismo que evocaba un país soviético de tebeo de Tintín. Avenidas anchas, con mamotretos ... de viviendas y oficinas cortados por el patrón de la plomiza arquitectura comunista (ahora, para alegrar, han plantado unos inmensos rascacielos kitsch de cristal, que evocan unas llamas). La ciudad parecía tranquila y más bien aburrida y presentaba una peculiaridad: cada medio minuto de paseo te tropezabas con el careto del mismo fulano, a veces en inmensos carteles, otras en banderas, pancartas, fotos enmarcadas en los cafés. En el aeropuerto, el rostro insoslayable ocupaba todas las pantallas de la terminal, con un avión de ultradiseño sobrevolando su magnánima faz (luego la nave de ensueño resultó ser un Tupolev descangallado, atendido por una azafata con un bigote que Freddie Mercury habría bendecido, pero ese es otro cuento).

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