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El ángulo oscuro

Una aporía democrática

El demócrata impecable elige, decide, impone su voluntad, ejerce el control sobre su vida

Juan Manuel de Prada

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Carmen Calvo acaba de afirmar que «vivimos en una democracia impecable y el derecho a la autodeterminación no existe». La frase, de una mentecatez enternecedora, nos permite reflexionar sobre la aporía constitutiva de las democracias impecables.

Frente al concepto hoy execrado de libertad aristotélica, que ... es obrar como se debe dentro del orden del ser (o, dicho más llanamente, aceptando la realidad de las cosas), la libertad consagrada por todas las democracias impecables permite a los hombres abandonar el orden del ser y autoafirmarse, autodefinirse, construir a cada instante su biografía sin otras reglas o límites que su propia voluntad. Una libertad que Marcuse define en Razón y revolución como «el derecho de la razón autónoma a reconfigurar la realidad, aun en contradicción con los hechos». Una libertad que Hegel, el maestro de Marcuse, define en su Fenomenología del Espíritu como «libertad absoluta» para la cual «el mundo es simplemente su voluntad».

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