Manual de desvergüenza
No hay alharaca, fanfarria o panel de expertos que salve mínimamente la gestión de ese Gobierno de España de las pegatinas
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Iniciar sesiónNo podía faltar un «Aló presidente» para cerrar este I Año Triunfal de este gobierno al alimón de socialistas y populistas, tan pomposo, tan tedioso y autocomplaciente como los anteriores, que ya casi hemos perdido la cuenta de las jabonosas comparecencias televisivas del líder del ... PSOE. La novedad de esta última monserga han sido los nueve expertos «independientes» -elegidos con primoroso esmero por Redondo, el gran fontanero monclovita- que han evaluado la gestión del Gobierno de Sánchez en este año que termina. Nos llegan con nombres y apellidos estos expertos para dar un aprobado rotundo a la gobernanza del líder, aquel «Pedro el guapo» del libro, tornado en doctor «honoris cháchara» durante la pandemia y en campeón de las pegatinas de «Gobierno de España» sobre las cajas de las vacunas.
Todo en orden, al parecer Sánchez ha cumplido con solvencia con lo prometido desde el punto de vista social, programático, resiliente, sostenible, igualitario y empoderado: en un año, un 23,4 por ciento de lo prometido para toda la legislatura el día que Pedro y Pablo firmaron el acuerdo. Pero, ¿dónde demonios estaba en ese acuerdo el ataque desde La Moncloa a la Corona, el acercamiento de presos etarras y el abrazo a Bildu, el intento de tomar al asalto a la Justicia o el previsible indulto a los autores condenados por el golpe del 1-O? ¿Y dónde, la nueva legión de parados? ¿Y dónde, el déficit público disparado o la deuda desbordada? ¿O dónde estaban el ataque a la libertad de elección de los padres en la escuela o la agresión a la concertada? ¿Y dónde, los arreones a la libertad de información? Nada de eso apareció en el triunfalista análisis de Sánchez ni tampoco en el del panel de los «sabios» auditores, que al parecer han llegado para sustituir al Congreso en la tarea de controlar al Gobierno, un trile político lógico si tenemos en cuenta el carácter subsidiario que el líder socialista ha conferido a las Cortes desde que allá por mediados de marzo decretara el estado de alarma que -y eso sí que es una metáfora de cómo se siente España- seguirá vigente, decretazo a decretazo, hasta mayo.
Resulta muy entretenido montar en La Moncloa un tablao de personas tocando las palmas al bailarín, lo pasa uno de fábula aplaudiendo, bastante mejor que esas criaturas lo pasan en las «colas del hambre». Pero para que el resumen del año fuera un poco más pegado a la tierra, a la cruda y abrasiva realidad que nos achicharra el ánimo, en ese análisis quizá pudieran haber participado, por ejemplo, un autónomo frito a cuotas y a impuestos que ha tenido que despedir a la mitad de sus empleados; un hotelero con la puerta giratoria de su establecimiento con telarañas; el dueño de uno de negocios que han cerrado las puertas a sus clientes y a las decenas de proveedores que le servían el género, carne también del SEPE; una actriz que mira el teléfono desde hace meses sin que este suene proponiendo un papel; un técnico de sonido que vio cómo las giras del grupo se suspendían y que ya no escucha más graves que los que le atronan en su menguada cuenta corriente; un torero harto de torear de salón... Por no hablar de la presencia imprescindible en todo análisis que se haga del año de cualquiera de los que no pudieron ni despedirse de su familiar muerto, de esos miles y miles de españoles que se marcharon con el único aliento emocional que les dispensaba la enfermera o el celador de guardia en el hospital donde fueron a dar el último aliento, profesionales que puede que luego cayesen contagiados porque esas bolsas de basura que tenía como bata no les protegían frente al bicho, pues no llegaba el material prometido por el Gobierno que centralizaba las compras.
Con más de 70.000 muertos por Covid según el INE (cuando allá por febrero el Ejecutivo solo esperaban «un par de contagios»), con el PIB arrasado y encabezando la merma en toda Europa, con el desempleo más sobresaliente del continente, con el castellano fuera de las escuelas en las regiones al mando de los separatistas, con parte del Gobierno convertido en ariete contra la Corona y trabajando con denuedo contra lo que pone en la Constitución sobre el modelo político del Estado y aupada tan «magna» obra en hombros de formaciones proetarras o separatistas... por mucho que se empeñe Sánchez, no hay alharaca, fanfarria o panel de expertos que salve mínimamente la gestión de ese Gobierno de España de las pegatinas, cuyo presidente aún tuvo el cuajo de presumir de «transparencia», «ejemplaridad», «cumplimiento cabal» y de «salvar vidas». Todo el «Manual de desvergüenza».
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