Anormales en la nueva normalidad

Poco nos pasa teniendo en cuenta el «material» de apariencia humana con el que tenemos que compartir estos despiadados tiempos coronavíricos. De arriba a abajo, parece como si se hubiera instalado en parte de la pirámide social una sensación de «yo ya he salvado el pellejo y ahí me las den todas», una vez que terminaron las fases de desescalada, comenzaban a vaciarse las urgencias y las morgues y el país entero accedía a la «nueva normalidad» que nos vendía Pedro Sánchez, en la que nunca sospechamos que, con la que estaba cayendo, cupiera tanto anormal.

A estas alturas no se sabe qué será de nosotros, que parece que todo lo fiamos a la llegada de una vacuna que nos inmunice mientras aún desconocemos cómo será nuestra vida cotidiana este otoño, los colegios, las reuniones en sociedad, el ocio, el trabajo, el deporte aficionado, nuestra movilidad... Ni siquiera sabemos si un nuevo rebrote otoñal llegado con los primeros fríos nos volverá a meter en casa sin salir, castigados. Nada parece que será igual.

Sí, cincuenta mil muertos después y con la economía nacional (la macro y la micro) en la UCI, algunos, quizá demasiados, parece que no han aprendido nada.