El alma rusa
Gorbachov era también un visionario que creía que podía transformar la Unión Soviética
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Iniciar sesiónSoy un lector inconstante y caprichoso, al que le gusta picotear las páginas de muchos libros. Tengo encima de la mesa un montón de volúmenes, en torno a 70, que me han ido llegando en los últimos meses.
Ahora mismo estoy leyendo las memorias de ... Mijail Gorbachov, un trabajo extraordinario y meticuloso de William Taubman, que ya fue premiado con el Pulitzer por su biografía sobre Kruschev. Estoy embebido en el relato de su ascenso al poder. Era un hombre ambicioso, enérgico y perfeccionista, que siempre tuvo muy claro que quería llegar a lo más alto. Poseía una personalidad opuesta en muchos sentidos a la de Andrei Tarkovski, el cineasta ruso cuyos diarios estoy hojeando a la vez. Abarcan desde 1970 a 1986.
En su última entrada, el 15 de diciembre de 1986, Tarkovski escribe que le duelen mucho las piernas y que se encuentra paralizado en la cama. En esa anotación registra: «El negativo está cortado en muchas partes al azar y no sé por qué…». Ignoro a qué se refiere, pero esto es lo último que escribió porque murió en Neully, donde estaba siendo tratado de cáncer de pulmón, diez días después.
Tarkovski era un místico, un creador que buscaba la belleza en sus obras y que no estaba dispuesto a hacer ninguna concesión al espectador. Sus películas son maravillosas, pero poco comerciales. Hace unos días, volví a ver Andrei Rublev, que cuenta la historia de un pintor de iconos en el siglo XV. Su afán por dejar huella en los muros de los monasterios era muy similar a la voluntad del director ruso de convertir las imágenes en un arte pictórico. Seguramente por eso hizo ese filme.
Gorbachov era también un visionario que creía que podía transformar la Unión Soviética. Su fracaso fue su victoria porque renunció a utilizar la fuerza para imponer los cambios y fue víctima de las tempestades que había desatado. Era una persona extremadamente culta, al igual que su mujer, Raisa.
Me parece que tanto el político como el cineasta, que falleció justo en el momento en el que Gorbachov iniciaba la perestroika, expresan muy bien esa atormentada alma rusa que Dostoievski describió en sus novelas mejor que nadie.
El secretario del PCUS era un hombre pragmático y un verdadero superviviente de las purgas del régimen, y Tarkovski era un idealista, un artista. Pero se detecta entre los dos un desgarro entre la realidad y el deseo que genera una mezcla de melancolía y desesperación por el choque contra el entorno dominante. En última instancia, tanto uno como otro veían algo que no existía pero que podía llegar a existir y dedicaron todas sus energías a eliminar los obstáculos para alcanzar la utopía.
Eran dos soñadores individualistas y, por eso, fracasaron en una sociedad que rinde un culto atávico a la autoridad y la tradición. Estos tipos desarraigados se dan en Rusia, el país de Chejov, de Gogol, de Bulgakov, de Pasternak, de Ajmatova, que han escrito sobre esa herida del alma eslava con una pureza que nos sigue impresionando.
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