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Alicia

O de como las gastan en el «país de las Ministrillas»

Jon Juaristi

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En la columna de la semana pasada recordaba que mi amiga Alicia Delibes Liniers me regaló, hace muchos años, la decimoséptima edición del Ramuntcho de Pierre Loti (París: Calmann-Lévy, 1897), sólo en dos años  posterior a la primera. Pues bien, Alicia me llamó el lunes para darme dos noticias: la de su fulminante destitución como consejera de Educación de la Embajada de España ante la OCDE en París y la de su gloriosa ascensión (o más bien asunción, puesto que no lo ha hecho por sus propias fuerzas y estamos en vísperas de la mariana) a Wikipedia, paraíso con red sólo abierto a los humanos canónicos del Antropoceno. Caída y simultánea elevación a los altares digitales sin puerta giratoria y acaso cambio de destino, la peripecia administrativo-digital de Alicia Delibes no pasaría de constituir una anécdota imperceptible en medio de la escabechina frentepopulista de este verano antiguo de altas azoteas sin paqueos si no reuniera un conjunto de sabrosos ingredientes que no me resisto a reseñar. En primer lugar, como factor contextual, el rencoroso reproche de Albert Rivera y Luis Garicano («Ineptocracia y corrupción», «El Mundo», 8 de agosto) a la política de destituciones y nombramientos del gobierno de Sánchez. Sostienen ambos autores que lo peor de la hecatombe revanchista del PSOE en la administración es la sustitución de cargohabientes eficaces por ineptos sobreretribuidos. No entraré en la cuestión de fondo. Es obvio que Alicia Delibes no sólo ha sido una excepcional profesora y gestora de la enseñanza pública, sino también una infatigable crítica de las políticas educativas socialistas, con una buena cantidad de libros y artículos publicados que no mencionan los autores de la entrada de Wikipedia (apresuradamente escrita para justificar su cese). En ella, interesa más presentarla como descendiente del virrey Liniers y esposa de Regino García-Badell, jefe de gabinete de Esperanza Aguirre y, sobre todo, «sobrino de Carlos Arias Navarro», aunque se le concede (a Alicia) una juventud maoísta y anarquista que ni ella ni yo (ni nadie) recordamos. La entrada (de Wikipedia) concluye con la alusión a un tal Alfredo Grimaldos, periodista, que la acusa de ser la principal responsable de la destrucción de la enseñanza pública en Madrid. Este Grimaldos es el mismo que en un libro sobre la CIA negaba que en los ochenta hubiera existido un síndrome tóxico a causa de la adulteración del aceite de colza y sostenía que el millar largo de españoles que murieron, supuestamente a consecuencias del mismo, fueron en realidad víctimas de bacterias patógenas procedentes de la base americana de Torrejón. En fin, como no sé con quién se sustituirá a Alicia Delibes en la embajada, me abstengo de regalar argumentos a Rivera y Garicano.

El encargado de comunicar a Alicia Delibes su destitución ha sido el flamante director general de Planificación y Gestión Educativa del Ministerio de Educación, Diego Fernández Alberdi, recién nombrado por Isabel Celáa. La razón del cese, muy lógica, es que Delibes no es de fiar para el PSOE. Fernández Alberdi, por el contrario, sí lo es, y no parece un inepto, porque desde enero de 2017 a junio del presente año fue subdirector general de Cooperación Internacional de dicho Ministerio. O sea, un cargo de confianza de Íñigo Méndez de Vigo, que lo nombró. Además, si nos ponemos genealógicos como Wikipedia, resulta que Diego Fernández Alberdi es hijo de Miguel Ángel Fernández Ordóñez y de Inés Alberdi, que no necesitan presentación. O sea, que el PP de Mariano Rajoy ha merecido con creces todo lo que le ha pasado, no tanto por corrupción como por su insondable mentecatez. Lo siento por mi amiga Alicia.

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