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Acabado

Gracias por tanto, Puchi. Gracias por las crónicas, aunque hayan derivado a un tono humorístico que no era el previsto

David Gistau

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Juguete roto, modelo desmontable con las piezas esparcidas sobre la mesa, Puigdemont. O el primer loco que se cree Puigdemont, como dijo Víctor Hugo que Napoleón fue el primer lunático que proclamaba ser Napoleón incluso desde aquel exilio marítimo, junto a expatriados escogidos como el ... Les Cases del Memorial, donde no habría sido posible concebir una cobertura de móvil para los desahogos. Ay, Puchi, Puchi, el móvil no, hombre, el móvil no. Cualquier adúltero avezado le habría advertido a usted de los peligros inherentes a la costumbre de aliviarse en el móvil. Gracias a Dios, no envió a Comín una fotografía erótica –un selfi ante el espejo del cuarto de baño, desnudo salvo por una vara de salvapatrias municipal y una banda patriótica cruzada, erecto de destino manifiesto–, porque entonces el ridículo habría sido histórico, histórico, histórico. Histórico. Un ridículo de los que decía Perón que no hay cómo volver: Perón, que volvió de todo. En realidad, lo era ya, ridícula, histórica y autoparódica, la imagen de los mossos revisando ante el Parlamento de Ciudadela los bajos de un camión por si acaso el heredero estético de Tarradellas se ató con un cinturón al eje del vehículo como Robert De Niro en «El cabo del miedo».

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