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Editorial ABC

Sánchez exige apoyo a quienes desprecia

Su apelación a los pactos de la Transición es solo marketing político tras ignorar a la oposición en esta crisis y someter a las Cortes a un cierre a cal y canto que le permita eludir las explicaciones sobre su deficiente gestión

ABC

El presidente del Gobierno anunció ayer que solicitará al Congreso la autorización para prorrogar el estado de alarma hasta el 26 de abril en idénticas condiciones de restricción de libertades a las hoy vigentes. Y dio por seguro que también se prolongará en semanas sucesivas, aunque con una buena noticia: si la evolución del coronavirus decrece en sus demoledores efectos, ese estado de alarma se verá «modulado», de modo que poco a poco se abrirá la mano a reactivar la actividad productiva y comercial del país. Por fin Sánchez toma conciencia del drama que se cierne sobre la economía y asume que nuestra nación no puede permanecer cerrada. España debe continuar en estado de alarma, confinada y asumiendo todas las prevenciones posibles, porque así lo exige la salud pública. Pero en cierto modo el presidente ha empezado a rectificar, consciente de que el apagón económico no es sostenible.

Sin embargo, lo cargante de Sánchez un sábado más no es que tenga razón ampliando el estado de alarma. Lo cargante vuelve a ser ese tono de falsa humildad tuteando a los ciudadanos, apelando a un patriotismo del que siempre renegó por rancio, cribando las preguntas de los periodistas, y sosteniendo que reconoce cada error sin realmente asumirlos. Su gestión está siendo nefasta, errática e improvisada, y recurrir a frases históricas de Kennedy, o apropiarse ahora de los Pactos de La Moncloa de Adolfo Suárez, tiene mucho de cinismo. Sánchez ofreció ayer a la oposición una reedición de esos pactos de la Transición con una declaración vaporosa y carente de contenido. No explicó ni con quién, ni con qué propósito. No explicó si está dispuesto a rectificar algunas medidas nocivas para el sostenimiento económico de España. Y tampoco dio cuenta de por qué ha pasado trece días sin hablar con el principal líder de la oposición, Pablo Casado. Todo suena a una nueva operación de marketing político. Esos pactos son imprescindibles, por supuesto, pero Sánchez pretende que la oposición le rinda pleitesía y silencie sus disparates mientras desprecia a sus líderes. Por eso apela al drama para conseguir una rendición de la oposición que le afiance en el poder sin opción de someterse a crítica alguna. Por eso mantiene cerrado el Parlamento a cal y canto, y por eso no rompe con sus socios comunistas y separatistas. Su apelación a una suerte de pacto nacional es artificial y poco creíble. No en vano, resulta indignante que al mismo tiempo que invoca la generosidad de esos pactos, permita a sus socios de Gobierno y a Bildu tramitar iniciativas parlamentarias para despenalizar las injurias al Rey. A Sánchez le sobra soberbia y le faltan autocrítica y credibilidad, sobre todo cuando consiente a Podemos, ERC y Bildu seguir socavando nuestro estado de libertades.

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