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Benedicto XVI deja San Pedro

Parábola del helicóptero

JESÚS LILLO

Pese a sus ensayos en Twitter, no se le ha dado muy bien a Benedicto XVI su función de comunicador. El Papa quiso emprender una nueva evangelización -empresa cuyo simple planteamiento ya justifica su visionario papado- para la que dio por hechas muchas cosas, dirigiéndose a una audiencia que no ha estado a la altura de sus sermones, lastrados por una sofisticada abstracción que no ha podido ser asimilada por los creyentes de segunda generación que pretendía formar y reformar en Occidente. Benedicto XVI lo ha puesto difícil, sumando un desafío personal a lo que era un reto eclesiástico. El Papa alemán ha evitado la parábola a la hora de dirigirse a una sociedad cuyas entendederas, muy gráficas y superficiales, están limitadas por los mecanismos actuales de la comunicación. Meterse en la harina de sus reflexiones sobre el Evangelio, su legado más popular, editado en la trilogía dedicada a la vida de Jesús, exige una predisposición que quizá exista para el fondo, pero no para las formas utilizadas por Benedicto XVI. Después de dos semanas en las que el mundo ha estado por primera vez pendiente de cada una de sus palabras, analizadas por sílabas, el Papa cansado se fue en helicóptero para exponer, con el gesto que le ha faltado a lo largo de su papado, una lección sobre el alcance y la dimensión de la fe. Ha tenido que recoger sus cosas e irse de San Pedro para que la Iglesia, su «Chiesa», susurrada en tantas homilías, gente corriente, entienda de una vez el sacrificio y el gozo que implica la entrega a Dios, que es la entrega al hombre. Irse a rezar, pararse a pensar, dedicarse a meditar en el amor, son ejercicios que no han sido entendidos hasta la postrera parábola del helicóptero. Que al Papa Emérito se le recuerde en adelante por su renuncia y su vistosa salida del Vaticano, dos semanas, no representa un fracaso de su papado, sino, a partir de su reflejo, el retrato de quienes, viciados por las rutinas de la comunicación, no han comprendido nada hasta que se lo han pintado en una pantalla.

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