todo irá bien
Barcelona, España
Los independentistas quedaron ayer reducidos a la absurda cursilería de sus juramentos
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El PP nombró ayer al nuevo alcalde de Barcelona. Tras muchos años de ser irrelevante en Cataluña, y Daniel Sirera mediante, el partido de Feijóo marcó una posición y fue decisivo en la política catalana como no lo era desde 1999, cuando votó la ... investidura de Jordi Pujol para evitar que gobernaran las izquierdas. Así se manda en Barcelona, así se manda en España. La marginalidad en Cataluña es el pasado para los populares, que desde ayer volvieron a ser útiles para los catalanes.
Con calma, presión, pragmatismo y sentido de la realidad, Daniel Sirera hizo una propuesta razonable que razonablemente fue atendida por el PSC y por Yolanda Díaz, que fue quien a primera hora de la tarde logró convencer a Ada Colau de que renunciara. La alcaldesa, en un último acto de arrogancia venezolana y vencida, en un último escupitajo a todo en lo que mientras le interesó dijo creer, prefería la estéril pataleta de permanecer a cambio de no lograr nada ni para ella ni para los suyos y permitiendo que Puigdemont pudiera hacer su campaña de las elecciones generales con el argumento de que el independentismo había recuperado la unidad y la ciudad de Barcelona.
Una vez más, Xavier Trias estuvo frívolo y torpe anunciando por la mañana un pacto de gobierno con Esquerra -con quien no tenía mayoría para la investidura-, y encendiendo todas las alarmas en Madrid. La actuación del candidato de Junts me hizo pensar en una frase de David Madí de 2007, cuando Trias fue por primera vez candidato frente al socialista Jordi Hereu. Madí, persona de la máxima confianza de Artur Mas, entonces presidente de CiU, me dijo: «Convergència en Barcelona tiene dos problemas: uno, el menor, que Hereu vuelva a ganar las elecciones; el segundo, el más grave, es que las gane Xavier Trias, porque es tonto». Ayer la máxima de Madí se hizo realidad en la pésima gestión que el exalcalde hizo de sus expectativas para volverlo a ser.
Pero sin duda la gran noticia del día fue que el PP volvió a la vida en Cataluña. El primer partido de España volvió a hacer valer su importancia y su criterio y gracias a la personalidad demostrada por Sirera, consiguió que la ciudad no tenga un alcalde independentista ni con comunistas en el gobierno. Feijóo tuvo el temple y los reflejos de bendecir la operación, no exenta de riesgos: el más evidente, regalarle a Pedro Sánchez la alcaldía de la segunda ciudad de España.
Gracias a la firmeza y a la valentía del PP, los independentistas quedaron ayer reducidos a la absurda cursilería de sus juramentos «por imperativo legal» que les hicieron parecer todavía más tontos de lo que habían parecido en sus fallidos intentos por obtener la alcaldía; y Ada Colau, que estuvo en discurso tan cínica y mezquina como siempre la hemos conocido, quedó por fin relegada a una triste pesadilla, despojada de cualquier poder como tendría que suceder con todos los populismos.