El precónclave

Como ya ha destacado la prensa italiana, existe cierto malestar en determinados cardenales por el hecho de que después de la lectura de la citada ponencia no se abra un diálogo público y libre. En principio los purpurados van a trabajar por grupos lingüísticos, lo que limita el efecto de las intervenciones a quienes, de una u otra forma, son más cercanos en su área geográfica.

Por mucho que se diga que estamos al final del pontificado, hay que tener en cuenta que el Papa Francisco sabe manejar a la perfección los tiempos, cualidad suprema del estadista. Indudablemente este consistorio, y la posterior reunión de cardenales, servirá para tomar el pulso a los estados generales de la Iglesia. Pero la clave de lo que allí ocurra no parece que vaya a estar en el debate sobre la reforma de la Curia, ni sobre la pendiente cuestión de la revisión del «ordo servandus» y de los estatutos de las instituciones curiales y de las oficinas.

Esta especie de precónclave servirá principalmente para que los cardenales se conozcan entre sí, establezcan y consoliden alianzas de amistad, de confidencia y de proyectos. Y así, cuando tengan que verse las caras en la Capilla Sixtina, no formen parte de un cuerpo de perfectos desconocidos.

Ante la imposibilidad inicial de una dinámica abierta, como la que suele desarrollarse en las Congregaciones Generales previas al Cónclave, que ahora se quieren modificar, lo que ocurra de interés acaecerá en los cafés, en las conversaciones de pasillo, en los encuentros fuera del aula. De una forma u otra también se hará una especie de ITV del actual pontificado.