LAPISABIéN
Andrés
Un porteño que es la mejor España
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Iniciar sesiónAquella 'Honestidad Brutal', el coche paterno de segunda mano, Calamaro sonando en la noche suave del sur, en otra vida en la que, como decía Carlos Herrera en su pregón de Semana Santa, citando al poeta, «sólo nos falta la miseria para ser invencibles». Y ... la cinta en el colegio de monjas requisada, y Andrés, ese ídolo de mi infancia machadiana y rockera. No forrábamos las carpetas por no sé qué prurito de no ser mitómanos. Mal.
Pasó el tiempo, me saturaron los cantautores malasañeros, y lo entrevisté ya cuando yo entrevistaba, y vi una ética que era la mía. Conecté al instante, y jamás se vio un español más claro, porque se puede ser porteño y más madrileño que el Pichi. Al alimón.
Antes de ayer, con las primeras calores, cuando a mi Pepe Domingo le daban en su Padrón un homenaje, yo leí la estupenda entrevista de El Cultural y fue, no miento, una vacuna contra la grisura de los tiempos, una emoción sin censura (sic), un canto a la bohemia -siempre la bohemia- y esa felicidad sabatina de un genio hablando en casa y sintiéndose a gusto en esta Casa. Merecía la entrevista, merecía el entrevistado, merecía un sábado dichoso tras tanta turra y tanto 'Antonio' Sánchez de guayabera soltando burradas geopolíticas con no sé qué de galán latino malo.
En el fondo, cuando más oscurece, cuando no hay más moral que un meme de Rufián y tuitear bestialidades contra el Vaticano por el abrigo del Sumo Pontífice por el frío marceño y romano, salió Calamaro, feliz por nuestro 120 aniversario y dichoso por el Mundial albiceleste. Calamaro es una guía moral, un cicerone bonaerense y 'madridí' de la mejor España. O de la única digna.
Una lucecita de guía marinera para que la nave, esta nave desmemoriada que es España, no se estrelle en el Cabo de Hornos o en el Cabo de Palos, que me da lo mismo.
Una tarde de toros en Las Ventas con Calamaro es tocar el cielo, y ya dije que yo he venido a este Valle de Lágrimas a pasarla bien, tener una mina comprensiva y ponerme a Calamaro cuando la vida pesa. No hay más. Ni menos. Un tanguero dylaniano.
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