El homenaje tributado ayer en Ermua a Miguel Ángel Blanco sirvió para contrastar los distintos matices que después de veinticinco años admite la memoria de un crimen que debería tener una única lectura, sin sesgos. Pedro Sánchez evitó hablar de la 'memoria democrática' que ha ... negociado con Bildu, Urkullu cogió la senda del tacticismo que caracteriza a su formación y Mari Mar Blanco, sin dirigirse a Sánchez, reclamó justicia, dignidad y memoria. Este es el escenario que deja la manipulación política de una historia compartida y ahora revisada con el único fin de enfrentar.
Aquel 'Espíritu de Ermua' que no dejó de reivindicar el Rey en su discurso surgió de la unidad –otra de las palabras más repetidas por Don Felipe– de los demócratas y de la exigencia de marginar a quienes durante décadas se alinearon con el terror y el asesinato. No hay atajos para regresar a esa unidad, de nuevo anhelo, como hace veinticinco años, de una sociedad quebrada.
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