El problema del poder absoluto es que cuando está ausente el vacío es total. Y, más aún, cuando ese poder tiene aristas religiosas, como ocurre en Marruecos con Mohamed VI, un monarca por derecho divino que ha tardado 18 horas en volver a su país ... desde París y que se ha mostrado esquivo ante un pueblo que espera que les reconforte de alguna manera ante un terremoto que ha resultado devastador.
La verticalidad del poder en el país conspira contra la eficacia a la hora de reaccionar ante una tragedia como esta. Desde los primeros auxilios hasta las tareas de reconstrucción se están viendo entorpecidos por la espera reverencial a que hasta las decisiones más nimias sean validadas desde el trono. La propia Unidad Militar de Emergencias (UME) ha empezado a experimentar en carne propia estas dificultades ya que no puede actuar con la autonomía que demanda su tarea por respeto a las costumbres locales.
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