después, 'naide'
La turra inmensa de las artes
De un actor, como de un cirujano, no pretendo que sea buena gente, sino que haga bien su trabajo
Llamadme Miguel Jordán
Gregorio o la vida

Lecciones de empatía me dieron muchas cuando en las redes defendía los toros y venían las gentes bienintencionadas a desearme que me partiera el alma un Miura en la Cuesta de Santo Domingo. Que yo sufriera haría de este mundo un lugar mucho mejor. ... Ahora a Karla Sofía Gascón, que tiene acento en la 'ó', la destruyen en nombre de los buenos sentimientos. Igual lo que pasó es que hubo un fallo de la maquinaria y a la actriz de Alcobendas le suponían el voto alineado con la bragueta, y no. El 'show business' ha enmascarado la cancelación ideológica de la protagonista de 'Emilia Pérez' en una maniobra moral según la cuál la actriz no merece el Oscar porque no es buena gente. Hace tiempo que algunos venimos reclamando que la calidad de la obra y de la persona deben juzgarse por separado, o tendremos a muy buena gente haciendo muy mal cine.
A mí nunca me importó si el escritor albergaba buenos sentimientos, sino si escribía bien. Lo mismo pasa con el cine. De tanto sopesar si una película da ejemplo o persigue objetivos deseables, se nos puede terminar olvidando la principal razón para verla: que sea buena. La turra inmensa de las artes ahora se completa con el ejemplo de los artistas. Yo creo que para dedicar tu vida a escribir la 'Iliada' o a pintar la Capilla Sixtina por fuerza tienes que ser un tarado egocéntrico y seguro que has abandonado a la familia y a tu madre. Que te importe mucho tu obra significa que te importan menos otras cosas que consideras poco importantes. ¿Acaso no supone un signo de mezquindad? Sin duda es de mala persona pasar la vida con un pincel en la mano en lugar de ayudar a los pobres del África, pero solo así podemos deleitarnos con las mayores obras del ser humano. Si Miguel Ángel hubiera tenido Twitter, quizás hubiera escrito cosas cafres, pero no lo sabremos dado que no había redes sociales y no andaba por ahí dando la murga.
De tanto sopesar si una película da ejemplo o persigue objetivos deseables, se nos puede olvidar la principal razón para verla: que sea buena
Digo que no me interesa en absoluto que los artistas sean buenas personas, sino si son o no artistas. Se hace pasar por arte cada truño para conseguir un mundo mejor que llegará el día en que den ganas de meterle fuego. Yo para buena gente ya tengo a los amigos, y ahora que lo pienso, tampoco la bonhomía es una condición indispensable y cuento entre mis colegas con auténticos demonios, leales, eso sí, como yo lo soy a ellos. Del actor, como del escritor, como del cirujano, espero que haga bien su trabajo.
Conocí a un cazador blanco inglés que me contó que en las colinas de Tsavo donde nos encontrábamos, un búfalo corneó a un amigo suyo en zona perianal, que es donde cogen los toros en los encierros. Lo cargó, sangrando y a hombros, durante dos horas y después, tras otro tramo en coche, llegaron al pueblo y buscaron al cirujano. El doctor debía ser un tipo muy querido en el lugar que se encontraba en la taberna tomando unos tragos y llegó perfectamente borracho. Cuando entró en el quirófano, el corneado pidió a mi amigo que entrara con él «para comprobar que cosía el agujero correcto». Seguro que hubiera preferido un doctor menos buena gente.
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