El 9 de agosto de 1945, más de 70.000 personas perdieron la vida, los supervivientes sufrían quemaduras que les arrancaban la piel y la ciudad quedaba en ruinas. El sábado, 80 años después, una ciudad reconstruida recordó uno de los episodios más trágicos de su historia. En el Parque de la Paz, entre 200 y 300 personas se reunieron para rendir homenaje y lanzar un mensaje al mundo: lograr la abolición de las armas nucleares.
El acto estuvo marcado por los testimonios de los hibakusha, supervivientes de la catástrofe. Uno de ellos, Hiroshi Nishioka, de 93 años, explicó a la BBC el terror que se vivió en los años posteriores a la calamidad: «Aunque la guerra había terminado, la bomba atómica trajo consigo un terror invisible».
El alcalde de Nagasaki, Suzuki Shiro, presidió el tributo lamentando la situación bélica actual: «Ahora, ocho décadas después de aquel día, ¿quién podría haber imaginado que nuestro mundo se convertiría en esto? Necesitamos el cese inmediato de las disputas que se responden con la fuerza». Además, Suzuki exigió que se establezca un plan de acción para abolir las armas nucleares. También instó al Gobierno de Japón a defender los «tres principios no nucleares», que consisten en no poseer, no producir y no permitir la entrada de armas nucleares en territorio nipón.
Por último, el alcalde nagasakiense se dirigió al secretario general de la ONU, presente en el homenaje, y reiteró su deseo de un Tratado de Naciones Unidas sobre la Prohibición de las Armas Nucleares inmediato. El representante de la ONU, António Guterres, apoyó las palabras de Suzuki y afirmó que «las armas nucleares no tienen cabida en nuestro mundo».
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