María Dolores Pradera, con el alma de brazos abiertos
Con ella se nos extinguió una estirpe de la elegancia de la artista. Lo suyo fue el bolero, pero también la copla, el fado y hasta la ranchera
Cayetana, una punki con pinacoteca
Manolo, que fue leyenda con raqueta
María Dolores Pradera hace una década
María Dolores Pradera tenía algo de latinoamericana de biblioteca, de eslava del mar, y cantaba los boleros como una novia de la brisa, que es lo mejor que puede pasarle a quien entona un bolero, zona mujeres maravillosas. Era una rubia que cantaba desamores ... de puerto.
Murió con 93 años. Lo suyo fue el bolero, pero también la copla, el fado y hasta la ranchera. Ana Belén, que fue una amistad devota, insistía en que Pradera no cantaba el bolero sino que lo interpretaba. Es iluminada esta apreciación, porque Pradera era una figura, y no sólo una voz. Hay dos ponchos de oro en las grandes mujeres de escenario, uno, el de Chavela Vargas, y otro, el de María Dolores Pradera, que viene a ser una Chavela al revés, una Chavela de otra botillería. No traigo aquí los dos ponchos como un urgente recurso literario sino como evidencia de una singularidad de artista, la de Pradera, que llevó poncho de voz propia, aunque hubiera otra mujer de poncho rojo, aquella mítica Chavela Vargas de la mejor mala vida.
Tuvo un marido primero, y último, el incalculable Fernando Fernando Fernán Gómez
Con María Dolores Pradera se nos extinguió una estirpe de la elegancia de la artista, que también es la artista de la elegancia. Nos vamos ya de un año, este, en que hemos celebrado el centenario de María Dolores, y este texto de sábado se ata a ese homenaje sostenido. Con ella se fue la última folclórica al revés, porque era una folclórica al revés, y eso se ve estruendosamente si la ponemos al lado de Lola Flores, que fue para Pradera una amistad larga, sincera y sostenida. Durante treinta años, Pradera llevó de compañía a Julián y Santiago López Hernández, 'Los Gemelos'. 'La flor de la canela', 'Fina estampa', o 'Limeña' se reinventan inolvidables si ella las canta. Tuvo una mitad de actriz, y se resolvió en el cine, y en el teatro, sobre todo en una primera etapa larga. Cuando niña, si se cabreaba con su madre, cogía rápido una maleta y se echaba a andar por la calle de Alcalá, hasta que la Policía la devolvía a la casa. Méndez Leite recuerda a menudo que María Dolores hizo papeles de figuración porque ella misma se hacía los trajes. Vivió en Méjico, donde levantó obras de Jardiel Poncela, Edmond Rostand, o Federico García Lorca. Logró el premio Nacional de Teatro, la Medalla de Bellas Artes, y también el Grammy latino. Con Carlos Cano cumplió la gira 'Amarraditos'. A Lorca lo cantaba con voz de miel salvaje, pero también a Chabuca Granda, José Alfredo Jiménez o Violeta Parra. Se gustaba con el pelo recogido, que es un recurso de las elegantes. Mujeres de distinción, pero lo que se dice distinción, ya van quedando pocas, o poquísimas, salvo Lola Herrera, Ana Belén, y Victoria Vera, que usa un dandismo femenino, algo altamente infrecuente.
Pradera tuvo un marido primero, y último, el incalculable Fernando Fernán Gómez. Lola Flores creía que Fernando Fernán Gómez y María Dolores Pradera eran hermanos, atendido a lo rubios y altos y listos que eran ambos. Se casaron en el 1956, y el matrimonio duró hasta el 1957, cuando se separaron. El divorcio lo acordaron mucho después, en los ochenta. Tuvieron dos hijos, Fernando y Elena. Ha seducido a Joaquín Sabina y a Manolo García, a Raphael y a Diego 'El Cigala'. Vivía en la calle Orense, en Madrid, donde nació, y algunas noches se acercaba a cenar a un Vips próximo, escoltada de la sombra dulce de su hija Elena. Apreciaba las joyas, y los versos. Ha sido longeva, pero acaso es mejor decir que fue eterna. Será. Como esos boleros de daño nocturno que cantaba con el alma abierta de brazos.