Las esporas microscópicas de hongos son una amenaza creciente
El problema es una resistencia microbiana emergente a los fármacos existentes, mientras los casos siguen y eso supone «tener que prepararnos para un nuevo escenario»
Un estudio alerta sobre el aumento de infecciones graves por una bacteria que convive con nosotros con cepas resistentes
Era el verano de 2018, Torrence Irvin estaba sentado en su hamaca disfrutando de un agradable día, jugando con su teléfono y tomando un cóctel, cuando todo comenzó. En los días posteriores cuenta a la CNN que tuvo problemas para respirar y vomitaba a todas horas y en solo dos días perdió 14 kilos. Irvin afirma que los hongos llamados Coccidioides entraron en sus pulmones y casi consiguen matarlo. Los médicos no conseguían identificar lo que tenía hasta que un especialista dio con el diagnóstico correcto.
Las culpables son las esporas microscópicas de hongos que viven dentro y sobre los cuerpos humanos, en la suciedad y en el aire. «Llevo 40 años trabajando en micología y diciendo que los hongos tienen mayor importancia de la que se le da y creo que eso va a ser cierto y vamos a encontrarnos con bastantes problemas en el futuro», explica a ABC José Luis Blanco Cancelo, catedrático del Departamento de Sanidad Animal de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense. Y medios como la CNN afirman que «una nueva amenaza de supermicrobio se extiende por todo el mundo».
Por ejemplo, el Aspergillus fumigatus es un moho que daña los pulmones y puede propagarse por el cuerpo. «El Aspergillus está en todas partes: en el suelo, en las hojas que barres, en el mantillo que pones», dice George Thompson, investigador de hongos y profesor de medicina de la Universidad de California. «Es realmente difícil de combatir y tiene una tasa de mortalidad muy alta del 40 % en algunas personas, por lo que es una infección para la que necesitamos desesperadamente nuevos fármacos».
Blanco señala que también influye mucho el cambio climático, con fenómenos cada vez más frecuentes. Desde incendios o tormentas de arena con insectos que ayudan a propagar esos hongos. Y si bien en el caso del Coccidioides se da en Estados Unidos y norte de México, se están empezando a mover al sur. Y aunque en España solo hemos tenido casos importados hasta el momento, «el miedo que tenemos es que este tipo de hongos, y otros más peligrosos como el Histoplasma, que suele encontrarse en los excrementos de los pájaros y de los murciélagos, pueda llegar aquí», afirma Blanco.
«En España era impensable hace 15 o 20 años que pudiéramos tener este tipo de hongos y ahora nos estamos planteando que puede suceder. Tenemos que prepararnos para un nuevo escenario», comenta Blanco. «Y lógicamente, como no estamos pensando en este tipo de alteraciones, muchas veces nos van a pasar desapercibidas», añade.
Resistencia antifúngica
Otro caso de Coccidioides o Cocci es el del californiano Rob Purdie. En 2021, estaba en su casa de Bakersfield, trabajando en su jardín, cuando removiendo la tierra cree haber inhalado esporas de este hongo. La infección pasó a extenderse a su cerebro con una inflamación de las membranas que rodean el cerebro y la médula espinal, provocando meningitis fúngica. Purdie para mantener bajo control su enfermedad tiene que ponerse inyecciones intracraneales «con un fármaco tóxico de 80 años de antigüedad, que me está envenenando lentamente», explica a los medios.
«En aproximadamente el 3 % de las personas infectadas, el hongo va a otra parte del cuerpo, más allá de los pulmones, a la piel, los huesos y las articulaciones pueden ir al globo ocular, el diente o el dedo meñique», detalla Purdie que fundó la organización sin ánimo de lucro MYCare, o MYcology Advocacy, Research & Education.
A esto se añade para Blanco las patologías por vía cutánea. «Una persona se pincha con una espina o con algún tipo de materia vegetal donde se encuentra el hongo y ese hongo penetra», afirma.
Los hongos del género Coccidioides, que infectaron a Irvin y Purdie, están en la lista top de la OMS. Pero normalmente se presta mucha más atención y se invierte más en la resistencia bacteriana, pero existe una resistencia emergente a todos los fármacos fungicidas existentes. «A pesar de disponer de antifúngicos, cada vez se detectan más resistencias frente a ellos, lo que facilita la proliferación de los hongos, constituyendo un problema cada vez más grave», indica Blanco. Además, se está detectando un incremento en la patogenicidad de diversos hongos, lo que se traduce en mayor producción de enfermedades en huéspedes humanos y animales.
«Algo está cambiando en estos hongos»
La CDC (Centro de Control de las Enfermedades y Prevención de EE.UU.) describe que la Cocci o fiebre del valle pasó de ser una enfermedad principalmente asociada a agricultores y otros trabajadores al aire libre a darse en más de 20 estados de EE.UU. A priori, solo se contrae si se trabaja al aire libre en una zona polvorienta. Pero Purdie trabajaba en interiores, mientras hacía sus planes de jubilación.
Asimismo, la teoría establece que las personas más vulnerables a las infecciones fúngicas invasivas son las que tienen el sistema inmunitario debilitado, debido a tratamientos de quimioterapia, diálisis, trasplantes de órganos o VIH. Pero ni Irvin ni Purdie encajaban en ese perfil cuando contrajeron el Cocci.
«Hay otro ejemplo curioso con el hongo Cryptococcus. Durante mucho tiempo hubo discusiones dentro de la comunidad científica, pues unos defendían que solo infectaba a individuos inmunodeprimidos, y otros decían que eso no era cierto y podían afectar a individuos inmunocompetentes. Con el paso del tiempo se vio que realmente había dos especies diferentes dentro de Cryptococcus, una capaz de afectar a individuos inmunocompetentes y otra no. Este caso se puede repetir con otros hongos como Coccidioides», comenta Blanco.

Como veterinario, Blanco nos cuenta el caso de más hongos como el Aspergillus, que está en cualquier lugar, y que estamos continuamente inhalando sus esporas. En un perro joven con un sistema inmune correcto es capaz de entrar y provocar una destrucción total de los órganos. Es decir, «algo está pasando también con estos hongos, en general, que se están adaptando y son capaces de provocar lesiones y lesiones muy graves».
Entre los patógenos fúngicos más prioritarios, según la OMS, está Candida auris. «Su resistencia fúngica hace que sea extremadamente difícil de descontaminar cuando se encuentra en hospitales, residencias de ancianos y clínicas de diálisis. Un paciente puede estar colonizado por C. auris, y luego un trabajador sanitario o alguien que lo esté cuidando lo toca y contrae el organismo», explica a la CNN Jatin Vyas, profesor de Medicina de la Universidad de Columbia. «Los cuidadores pueden entonces estar colonizados y transmitirlo de paciente a paciente». En siete años se ha pasado de tener 51 casos clínicos de C. auris en cuatro estados, a 4.514 casos clínicos en 36 estados.
Una prioridad a futuro
Matar al hongo sin dañar a los humanos en el proceso es un reto para dar con nuevas soluciones. Ya que los fármacos que ahora existen pueden provocar insuficiencia renal, pancreatitis, impotencia o reacciones alérgicas, entre otros efectos. La dificultad está en que «genéticamente, los hongos están más estrechamente relacionados con los humanos que las bacterias», indica a los medios americanos Neil Clancy, especialista en Enfermedades Infecciosas y director del Programa de Micología de la Universidad de Pittsburgh. «Si se intenta fabricar un fármaco antifúngico, hay que dar con objetivos que no dañen los genes y proteínas que tienen los humanos», señala.
Thompson comenta que en casos como el de Purdie muestran que en EE.UU. la gente contrae esta infección simplemente conduciendo por la Interestatal 5. «Le puede pasar a cualquiera. En el lugar y el momento equivocados, respiran las esporas que transporta el viento», explica. Para Blanco «la cuestión es seguir estudiando y permanecer vigilantes para que este tipo de casos no sigan aumentando».
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