innovación
Supercomputación para descifrar el Mediterráneo
El IFISC, con procesadores de alto rendimiento AMD, impulsa una nueva era de investigación marina
NATURAL / D. MORENO
Madrid
El mar Mediterráneo guarda secretos que no se ven a simple vista: corrientes que se cruzan en silencio, diminutas comunidades de plancton que sostienen la vida marina o especies invasoras que alteran el equilibrio de los ecosistemas. Comprender cómo funciona este mundo invisible no es ... tarea fácil. Se necesitan herramientas capaces de observar lo que el ojo humano no alcanza y de prever cómo este submarino escenario puede cambiar en los próximos años. Una ventana al futuro que abre el Instituto de Física Interdisciplinaria y Sistemas Complejos (IFISC), con sede en Baleares. Y lo hace gracias a una nueva infraestructura de computación de alto rendimiento que multiplica sus posibilidades de investigación. En el corazón de ese salto tecnológico laten los procesadores AMD EPYC, diseñados para manejar grandes volúmenes de datos con rapidez y precisión, y con la eficiencia energética que demanda la ciencia de hoy.
En este mar confluyen fenómenos que marcan su futuro: la expansión de especies invasoras como el alga Caulerpa cylindracea, la progresiva acidificación de las aguas que afecta a organismos calcificadores o factores que comprometen la recuperación de las praderas de posidonia. Comprender cómo interactúan entre sí todas estas variables exige modelos capaces de integrar grandes volúmenes de datos. Por ello, el IFISC ha reforzado su infraestructura con servidores basados en procesadores AMD EPYC 9475F, que les permite ejecutar simulaciones océano-ambientales a gran escala y acelerar análisis de datos que antes llevaban semanas. Con 48 núcleos y 96 hilos por CPU, junto a memoria de alta velocidad, estos equipos permiten trabajar con series temporales largas, mapas satelitales y registros oceanográficos, ganando precisión y rapidez sin perder detalle.
Cambio cualitativo
«Ahora podemos explorar escenarios de cambio —por ejemplo, aumentos sostenidos de temperatura o cambios en los patrones de tormentas— y observar cómo responderían la posidonia y otras comunidades marinas», apunta Pere Colet, profesor de investigación del CSIC y responsable de la unidad de computación del IFISC, para quien la llegada de estos potentes e innovadores procesadores supone un cambio cualitativo. Y reconoce que proporcionan «la potencia de procesamiento y la eficiencia necesarias para avanzar en nuestros proyectos de investigación más ambiciosos, desde simulaciones de sistemas complejos hasta análisis de datos a gran escala». Gracias a ellos, el instituto puede comprender escenarios que hasta hace poco resultaban inabordables y hacerlo de una manera más sostenible, optimizando el uso de recursos y priorizando medidas de conservación que marquen la diferencia.
Calculando microplásticos
Por su parte, el investigador Cristóbal López, especialista en sistemas complejos en el IFISC, explica que esta capacidad de cálculo resulta clave en líneas de trabajo como el estudio de los microplásticos y alude a una campaña oceanográfica realizada en el mar Balear el pasado mes de julio, en la que un equipo recogía muestras en superficie mientras ellos realizaban simulaciones teóricas para prever dónde se acumularían los residuos. López puntualiza que los nuevos procesadores permiten «simular con más resolución, tanto temporal como espacial, aportando una mayor precisión a la hora de identificar zonas de riesgo». Las simulaciones nos permiten comparar alternativas y evaluar qué medidas reducirían mejor el impacto en las zonas más sensibles.
Ese enfoque, que combina observación directa en el mar con modelización matemática, permite anticipar qué áreas son más vulnerables, cómo se conectan entre sí distintos hábitats y qué medidas pueden resultar más efectivas para mitigar los impactos. El investigador insiste en que el Mediterráneo es un sistema complejo, donde lo que ocurre en un lugar repercute en otro, y que sin herramientas de este tipo sería imposible entender las dinámicas que marcan su futuro. Por eso los equipos del IFISC trabajan junto a ecólogos marinos, físicos y matemáticos, integrando corrientes, nutrientes, hábitats y comportamiento de especies en modelos que conectan las piezas del rompecabezas.
La visión de AMD también pone de relieve el alcance de este avance. Dan McNamara, vicepresidente sénior de la división de servidores, recuerda que «desde impulsar los superordenadores más rápidos del mundo hasta liderar empresas y los hiperescaladores más grandes, AMD se ha ganado la confianza de los clientes que valoran el rendimiento demostrado, la innovación y la eficiencia energética». Añade que con «cinco generaciones de hoja de ruta cumplidas puntualmente», la compañía ha demostrado su capacidad para responder a las exigencias del mercado de centros de datos y ofrecer estándares elevados para cargas de trabajo en la nube, entornos empresariales y aplicaciones de inteligencia artificial.
Tecnología por la conservación
Estas credenciales, habitualmente vinculadas a grandes corporaciones tecnológicas, encuentran ahora una aplicación distinta en un laboratorio mallorquín que trabaja para proteger el mar. La alianza entre ciencia y tecnología permite que el mismo procesador que impulsa los centros de datos más avanzados sea también la herramienta que ayuda a descifrar el Mediterráneo invisible. La salud de este mar depende de múltiples factores, visibles e invisibles. La posidonia es uno de sus símbolos, pero no el único. Con la ayuda de la supercomputación y el trabajo coordinado de distintas disciplinas, el IFISC aspira a anticipar riesgos, proponer soluciones y, en definitiva, ganar tiempo para la naturaleza. Observar y comprender el mar por dentro —y hacerlo a tiempo— es quizá una de las mejores garantías para que los bosques submarinos y el resto de la vida que alberga el Mediterráneo puedan seguir respirando durante generaciones.
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