VIDA OCEÁNICA
El ruido ajeno que silencia los sonidos del mar
La contaminación acústica causada por el tráfico marítimo, explotaciones petroleras u operaciones militares alteran la vida marina y la comunicación de las especies
Charo Barroso
A no demasiados metros bajo el agua, entre los 200 y 400, aunque depende de cada mar u océano, la oscuridad se adueña de un mundo en el que el sonido se convierte en la única fuente de información. Esta comunicación universal, que se ... produce entre todas las especies que habitan los océanos, está siendo alterada por el ruido de las actividades humanas, amenazando el equilibrio de los ecosistemas. Una contaminación que, frente a otras como los plásticos o las mareas negras, resulta invisible pero no por ello menos amenazadora. La buena noticia: «Si actuamos ya todavía tenemos posibilidades de revertirla porque, al contrario de otras fuentes de contaminación, basta con rebajar el ruido o eliminarlo para que no se sufran sus efectos», explica Michel André, quien lleva décadas recorriendo el planeta, más que para verlo, para escucharlo.
Pocos como él tienen tan claro el lenguaje de la Naturaleza, donde silencios y sonidos revelan la melodía (equilibrada o no) de los ecosistemas. Ingeniero, biólogo marino, experto en fisiología animal, profesor de la Universitat Politècnica de Catalunya y actual director del Laboratori d'Aplicacions Bioacústiques LAB, lideró el proyecto científico «20.000 sonidos bajo el mar» que, durante cuatro años, ha realizado toda una cartografía sonora de los océanos. «Un mar sin sonido sería un mar muerto», señala este experto, quien alerta de las consecuencias de alterar este canal de comunicación natural.
Bajo el agua, el sonido se desplaza cinco veces más rápido que en el aire, 1,5 kilómetros por segundo frente a 340 metros. Y aunque el espacio recorrido dependerá de otras propiedades del agua como su temperatura, salinidad o presión, lo cierto es que «l a contaminación acústica marina afecta a todos los océanos y solo los polos pueden considerarse menos contaminados debido a la barrera que ejerce el hielo, pero su fusión acelerada hará que llegue también a estos lugares. La velocidad de propagación del sonido en el agua provoca que, por ejemplo, el ruido de los barcos en el puerto de Barcelona afecte a los ecosistemas de Baleares», explica el investigador.
Barcos, explotaciones petroleras, parques eólicos, maniobras militares... son muchas son las fuentes de contaminación acústica de las que no hemos sido conscientes. «Nos hemos dado cuenta tarde, porque no contábamos con la tecnología necesaria para demostrar el impacto del ruido bajo el mar, para monitorizarlo y conocer sus consecuencias», señala.
Tecnología puntera
A día de hoy, esa tecnología es puntera y desde el laboratorio que dirige han conseguido emular la capacidad humana de escuchar sonidos, interpretarlos, recordarlos y transmitirlos. El sonido que captan los hidrófonos bajo el mar llega hasta un ordenador, que gracias a la inteligencia artificial registra los parámetros de cada sonido para que pueda ser reconocido como si de nuestra memoria se tratara. Unos datos que hoy se transmiten por las redes y, a través de una app que ha creado este equipo de investigadores, podemos escuchar la dimensión acústica del mar incluso desde el sofá de casa.
Como no podía ser de otra manera, tras conocer el impacto del ruido en la vida marina, las investigaciones se centraron en aquellos animales, que utilizan el sonido y la información acústica en todas sus actividades: los cetáceos. «Se invirtió mucho en descubrir el nivel de tolerancia al sonido de las noventa especies de cetáceos, y hoy tenemos controlado el umbral de un 25-30% de estas especies», explica André. El ruido aumenta el estrés de los cetáceos, reduce su espacio de comunicación, provoca choques con los barcos y, en el caso de sonidos muy fuertes, como el provocado por las embarcaciones militares, les puede llevar a varamientos en las orillas.
Pero hace diez años, desde el LAB se abrió un nuevo camino gracias a una investigación pionera sobre el impacto del ruido en especies que carecen de oídos: los invertebrados marinos . Y fue toda una sorpresa. « Tienen órganos sensoriales que les permiten percibir el componente mecánico del sonido, su vibración. Gracias a ello son capaces de controlar la gravedad y de mantenerse en equilibrio. Y descubrimos que el ruido les provoca traumas acústicos incompatibles con la vida, dejan de comer, de reproducirse y esto les lleva a la muerte» , explica este investigador, quien puntualiza que «a día de hoy los cetáceos tienen más capacidad de tolerar, adaptarse y protegerse de la contaminación acústica. Si hay ruido que les molesta se irán nadando a otro sitio, pero los invertebrados no pueden escapar».
Un estudio llevado a cabo en la estación marina de la localidad francesa de Arcachon demostró que las ostras cierran sus valvas de forma sincrónica ante determinadas frecuencias sonoras. Esto, por un lado, puede afectar a su crecimiento y, por otro, a su capacidad de filtrar agua (hasta cinco litros por hora) con la que ayudan a mantener una buena calidad de los océanos. Además, son sensibles a frecuencias bajas, de entre 10 y 1.000 Hertz, mientras que el ser humano escucha entre los 20 a 20.000 Hertz.
Y esta percepción sensorial del hombre ha sido durante mucho tiempo el origen de que pensáramos que el mar era un medio silencioso. «El oído humano no está diseñado para escuchar bajo el agua», señala André. Este investigador insiste en la importancia de estudiar los polos para recoger datos de su biodiversidad, para entender los parámetros que la rigen para que cuando se produzca el deshielo tengamos datos suficientes para protegerla y crear corredores ecológicos y «con la acústica es la mejor manera», señala.
Medidas urgentes
Que el ruido provocado por el ser humano altera la vida en los océanos afectando desde los invertebrados hasta las ballenas, ha vuelto a ser recientemente constatado en un estudio internacional en el que ha participado el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). «El océano profundo y oscuro es concebido como un ecosistema distante y remoto, incluso para los científicos marinos. Sin embargo, hace años, mientras escuchaba una grabación de hidrófonos adquirida en la costa oeste de Estados Unidos, me sorprendió escuchar claramente el sonido de la lluvia, cayendo sobre la superficie, como el sonido dominante en el entorno del océano profundo. Entonces me di cuenta de cuán conectada está acústicamente la superficie del océano, donde se genera la mayor parte del ruido humano, con las profundidades marinas», comenta el científico español Carlos Duarte, investigador de la Universidad de Ciencia y Tecnología Rey Abdalá y líder del estudio.
Este trabajo, que se publica en Science, es fruto de la evaluación de más de 10.000 artículos científicos en los que se evidencia el impacto del ruido generado por el ser humano en la vida marina en todo el mundo. «Este esfuerzo sin precedentes ha demostrado la abrumadora evidencia de la prevalencia de los impactos del ruido provocado por el hombre en los animales marinos, hasta el punto de que no se puede ignorar la urgencia de tomar medidas» , apunta Michelle Havlik, investigadora de la Universidad saudí.
Los investigadores plantean que el ruido se considere, a escala mundial, un factor de estrés y proponen que se desarrollen políticas de gestión para mitigar sus efectos . En este sentido, los sectores implicados en esta contaminación acústica comienza a hacer esfuerzos para minimizar los impactos pero todavía queda un largo camino por delante. Pero lo que está claro es que hay que recorrerlo: «Si no ponemos freno a esta contaminación acústica, que afecta a todas las especies a nivel global, corremos el riesgo de que el mar pueda enmudecer», sentencia Michel André.
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