El regreso furtivo de los castores al Ebro

Debido a la forma furtiva de su llegada y a las quejas de algunos vecinos afectados por la acción de los roedores en árboles frutales y en chopos de la zona, esta colonia de castores puede tener sus días contados, ya que los Gobiernos de Navarra y La Rioja han acordado poner en marcha un protocolo de captura de los roedores. La decisión es polémica, ya que algunos aseguran que no tiene demasiada base ecológica, pero asimismo es irrevocable, puesto que cuenta con el apoyo estatal y de la Comisión Europea. No se trata de exterminarlos, matarlos o acabar con la especie, como se ha criticado en las últimas semanas en diversos medios, sino de recogerlos, con trampas habituales en estos casos, y llevarlos a un lugar más acorde a sus características.

«Es una especie alóctona, introducida de manera incorrecta e ilegal y están fuera de todos los protocolos de la protección», afirma la consejera de Medio Ambiente del Gobierno de Navarra, Begoña Sanzberro, que además recientemente indicó que se presentará una denuncia a la autoridad pertinente porque la «introducción ilegal» puede contravenir además de la normativa estatal (Ley 4/1989 de 27 de marzo, de conservación de los espacios naturales y de la fauna y flora silvestres) y de la foral (Ley Foral 2/1993 de protección y gestión de la fauna silvestre y sus hábitats), el propio Código Penal, donde está tipificado como delito la introducción intencionada de especies no nativas.

Dilema medioambiental

La cuestión arroja un dilema medioambiental con muchas aristas. El hecho de que los castores hayan sido traídos furtivamente y las quejas de algunos habitantes de las zonas afectadas, ¿son suficientes argumentos para erradicar a los castores del Valle del Ebro? ¿Es preferible apostar por que los castores vivan allí, hayan llegado como hayan llegado, porque al menos se ha recuperado una especie protegida y además extinguida en la zona tanto tiempo atrás?

El grupo ecologista belga Pays des Castors tiene muy claras las respuestas a estas preguntas, ya que denunció al Defensor del Pueblo español el pasado noviembre el plan de captura de los Gobiernos de Navarra y La Rioja. Un miembro de este grupo, para quien queda claro que el fin justifica los medios en temas ambientales, sostenía hace unos días en declaraciones a un medio que «no sabemos quién fue, pero si algún español soltó castores merece una condecoración. Da igual si fueron liberados o si llegaron de forma natural. Es una especie protegida que hace siglos crió allí y el Gobierno debería alegrarse».

No todas las organizaciones ecologistas están de acuerdo con medidas tan efectistas, ya que, sin ir más lejos, las federaciones de La Rioja y Navarra de Ecologistas en Acción afirmaron la pasada semana en un comunicado que «no podemos apoyar dicha suelta, realizada por un grupo anónimo, con animales de los que se desconoce origen y estado sanitario».

Estudios previos

Los ecologistas navarros y riojanos sostienen que los castores «han pasado clandestinamente de un país a otro, sin las autorizaciones y permisos pertinentes (certificados sanitarios y documentación CITES, entre otros) y que se han liberado sin estudios previos de hábitat, en un medio actualmente muy transformado y alterado». «Para la reintroducción de una especie desaparecida en una región -añaden-, se deberían realizar estudios previos para evitar problemas de conservación de la especie o de rechazo social».

Desde un punto de vista científico, los biólogos parecen no tenerlo claro del todo y abogan por la prudencia antes de tomar decisiones. Para Iosu Alfaro, biólogo que participó en la detección de la población hace tres años, sería necesario, antes de tomar una decisión, estudiar el impacto y hablar con expertos europeos en el tema, según dijo a Efe. Las experiencias que Alfaro conoce de otros países europeos le llevan a pensar que los daños que pueden causar los castores «no son muy considerables», y que podrían prevenirse con medios baratos como vallas electrificadas, aunque matiza que en España faltan datos para llegar a esas conclusiones.

Juan José Areces, jefe del área de acciones para la conservación del Ministerio de Medio Ambiente, apuesta por hacer «estudios rigurosos» y avisa de que los castores «podrían talar los sotos de chopos, que son hábitat casi imprescindible para el visón europeo», una especie protegida y en peligro.