En el búnker del Habog
El almacén de residuos nucleares situado en una pequeña localidad holandesa es la referencia tecnológica para España, que espera construir uno igual en los próximos años. Sus 22.000 habitantes conviven con sus instalaciones desde 2003
EFE En la imagen, zona de tratamiento y almacenamiento del Habog de Holanda
En el corazón de un polígono industrial del sur de Holanda se esconde un pequeño, pero llamativo edificio naranja. Dicen que es el más seguro del país. En él puede estrellarse un caza militar F16, podría pasar un huracán, un terremoto o un colegio entero ... de adolescentes eufórico por librarse de una mañana de clase. Sus tres chimeneas seguirían en pie y los residuos nucleares que custodia permanecerían ajenos a lo que ocurre fuera.
Es el Habog, el Almacén Temporal Centralizado de combustible gastado de alta actividad en operación en Holanda desde 2003 y que sirve de referencia tecnológica para el proyecto español. Su objetivo es el de gestionar los desechos durante cien años -aunque podrían ser más, apuntan sus responsables- a la espera de encontrar una solución tecnológica o enterrar los residuos de forma definitiva en un emplazamiento acordado a nivel internacional.
Los «elegidos»
La acogida en la pequeña localidad de Borssele, donde está situado, fue tranquila. Nada de manifestaciones con políticos a la cabeza ni de enfrentamientos entre vecinos. Ni rastro de posiciones irreconciliables. Sus 22.000 habitantes, con su alcalde a la cabeza se enorgullecen de ser los «escogidos» para albergar unas instalaciones que dan trabajo a 100 personas de forma directa -hasta 300 si se cuentan los efectos derivados-. No reciben ningún tipo de compensación económica del Estado, sólo se nutren de los impuestos de la localidad.
Ambiente de absoluta normalidad que se refleja en el enclave escogido, cerca del mar y con la compañía de una central nuclear, una de carbón y una fábrica de aluminio, entre otras industrias, separadas por unos metros de césped bien recortado. De ahí que la gente esté tan familiarizada.
«Una vez se subieron a las chimeneas varios ecologistas», cuenta entre risas el regidor de Borssele, Jaap Gelok. «Les dijimos que se bajaran y dijeron que no, así que ahí los dejamos». Una temperatura de tres grados bajo cero explica las razones por las que desistieron pero el caso de este alcalde socialista va más allá de una anécdota graciosa. Él era como esos activistas del tejado. «En los años 60 y 70, los residuos nucleares se revestían de hormigón y se tiraban al mar del Norte. Sin más. A mí no me parecía que fuera una forma correcta de gestionar la basura nuclear, así que estaba totalmente en contra». «Años más tarde -cuenta- vi cuál era el proyecto y cuáles las medidas de seguridad, y me di cuenta de que hasta ahora había tenido una visión emocional del asunto. Estoy orgulloso de que el Habog esté en mi municipio».
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