¡Buen a-provecho!

1. Comprueba el estado de los alimentos que tienes en casa para hacer una compra que se ajuste a tus necesidades, así no se resentirá tu economía doméstica.

2. Conoce las etiquetas de los envases y entiende su significado. Por ejemplo, la fecha de caducidad establece que a partir de ésta la ingesta del alimento (perecedero y con riesgo microbiológico, como carnes y pescados frescos y platos preparados) puede ser peligrosa para la salud. La fecha de duración mínima o de consumo preferente, por su parte, indica que a partir de la misma se pueden observar cambios en los aspectos sensoriales (sabor, olor o textura) de las galletas, bollos, aperitivos salados o pastas secas adquiridas.

1. Mantén limpias y secas todas las áreas de almacenamiento.

2. Rota los alimentos de manera que uses primero los más antiguos. Si es preciso, rotula adecuadamente el recipiente con el contenido y fecha.

3. Revisa a diario la temperatura de las áreas donde guardas los alimentos, que debe mantenerse entre 10 ºC y 12 ºC.

1. Sirve las raciones que se van a consumir. Y si finalmente quedan sobras, piensa nuevas recetas (pdf) en las que incluirlas en los días venideros. También puedes congelarlas para cuando mejor te vengan. Si has cenado en un restaurante y no has podido terminarte el plato pide que te preparen el resto para llevar.

1. Guarda los alimentos crudos en los estantes inferiores, debajo de alimentos cocinados o listos para el consumo.

2. No sobrecargues la nevera y comprueba a menudo que la temperatura se mantenga entre 0 ºC y 5 ºC.

3. Evita colocar grandes cantidades de alimentos calientes para enfriar dentro del refrigerador.

Los alimentos descongelados se deben consumir en menos de 24 horas, ya que son más susceptibles de ser alterados, y no se pueden volver a congelar.