UNA INVESTIGACIÓN POLÉMICA
Transgénicos: El affaire Séralini, ¿punto y final?
La historia del artículo científico que recrudeció la lucha entre partidarios y detractores de los transgénicos en Europa
ANTONIO VILLARREAL
El 19 de septiembre de 2012, un estudio científico publicado en la revista sacudió con fuerza el debate sobre los organismos modificados genéticamente. El trabajo de Gilles Séralini y otros científicos de la Universidad de Caen se proponía medir el impacto en ratones ... de una alimentación con maíz NK603 -una variedad transgénica fabricada por la empresa Monsanto - y una exposición a su herbicida asociado (Roundup, basado en glifosato) a largo plazo. Es decir, un estudio de toxicidad a 24 meses en lugar de 90 días, como se venía realizando. Las conclusiones del estudio fueron demoledoras, e indicaban, por ejemplo, que los ratones alimentados con maíz transgénico y expuestos al herbicida desarrollaban hasta 3 veces más tumores que los del grupo de control.
Hoy, las fotos de ratones blancos con tumores del tamaño de una mandarina, como el resto de las páginas del trabajo de Séralini, aparecen bajo un RETRACTED (retirado) impreso en diagonal con grandes letras rojas. El editor de esta revista científica, Wallace Hayes, ante la negativa de Séralini a retirar él mismo su trabajo, decidió suprimirlo apenas un año después de su mediática publicación.
El paper de Séralini nadaba, desde un primer momento, a contracorriente. Era la primera vez que un trabajo sobre seguridad alimentaria asociaba de forma directa los organismos transgénicos con la proliferación de tumores, y la comunidad científica levantó la ceja.
La revista publicó 34 páginas de cartas al directorLas primeras críticas y comentarios al artículo llegaron a la redacción de Food & Chemical Toxicology apenas días después de la publicación de su ejemplar número 50. El número 53, de marzo de 2013, contenía 34 páginas con cartas al director de una docena de científicos señalando fallos en la metodología del estudio.
Pero, al mismo tiempo, y pese a las dudas, muchas organizaciones anti-OGM, dentro y fuera de Europa, aprovecharon el tirón mediático del estudio para exigir a sus representantes que pusieran fin al cultivo de variedades transgénicas. California lo citó para proponer un referéndum contra el cultivo de transgénicos y países como Rusia prohibieron, tras su publicación, la importación de algunos productos.
Ética científica
A finales de 2012, el propio Séralini asistió ante la Asamblea Nacional francesa para participar en una audiencia sobre su trabajo. Aunque Francia es, a priori, un país contrario al uso de transgénicos y muchos científicos, como el prestigioso matemático Cedric de Villani, participante en el debate de la Asamblea Nacional, encontraban «monstruosa la idea de una patente sobre las especies vivas e inaceptable el modelo económico y social a menudo inducido por los OGM», para Villani -ganador de una medalla Fields- el estudio de Séralini no fue una sorpresa agradable. «Me sentí aún más decepcionado, e incluso traicionado», dijo, «cuando me di cuenta de graves violaciones de la ética científica» de este estudio.
Las críticas al estudio se basaban, en primer lugar, en su escaso poder estadístico y en el diseño de los experimentos. «El número de ratones en los grupos de control y experimental era demasiado pequeño para una comparación fiable. Además, para averiguar qué factores causaban los tumores y las muertes en los ratones experimentales, lo empírico es tener un grupo de control para cada tratamiento», algo de lo que el experimento de Séralini carecía, según precisaron en una de las primeras cartas al director los científicos Dung Le Tien y Ham Le Huy.
Otra de las críticas estaba en la elección de ratones de la raza Sprague-Dawley, una variedad que, ad libitum, solía desarrollar tumores con una incidencia de entre el 70 y el 95% a lo largo de su vida.
Además, Séralini fue muy criticado por su forma de difundir su estudio a la prensa, haciéndoles firmar un acuerdo de confidencialidad para obtener una copia del trabajo. Un acuerdo que les prohibía, incluso, contactar con otros investigadores para que lo valoraran. «Cuando se publicó el artículo, Monsanto señaló que el estudio no cumplía con los estándares mínimos aceptables para este tipo de investigación científica, que sus hallazgos no estaban apoyados por los datos presentados, y que sus conclusiones no eran relevantes a los efectos de evaluación de la seguridad», dice a ABC Carlos Vicente, Director de Sostenibilidad de la empresa norteamericana para Europa y Oriente Medio. «Las conclusiones acerca de una cuestión tan importante como la seguridad alimentaria deben basarse en ciencia de calidad que sigue las normas internacionalmente reconocidas».
«En Monsanto, nos mantenemos comprometidos con la adhesión a estas directrices científicas rigurosas porque la seguridad de todos nuestros productos, incluyendo los cultivos mejorados a través de la biotecnología, es nuestra máxima prioridad», añade Vicente.
Sin embargo, la muerte técnica de este estudio no significa el final de la polémica. En su explicación de la retirada del artículo, el pasado 19 de noviembre, Wallace Hayes, director de Food and Chemical Toxicology dijo que, tras las múltiples cartas recibidas, solicitaron a los autores del estudio que remitieran los datos en crudo para su análisis, tras lo cual, dice, «no encontramos evidencia de fraude o tergiversación intencional de los datos», aunque «los resultados presentados (aunque no son incorrectos) son inconclusos, y por tanto no alcanzan el umbral de publicación».
La polémica estriba en que el Comité de Ética en la Publicación (COPE), organismo internacional del que la revista de Hayes es miembro y que establece cuándo un artículo debe ser retirado, indica tres casos: resultados no fiables debido a una fabricación consciente de los datos, plagio e investigación anti-ética. Obtener resultados «inconclusos» o con poco poder estadístico, como el estudio de Séralini, no entrarían en ninguno de los supuestos para su retirada.
Blanca Ruibal, responsable de agricultura de Amigos de la Tierra , una de las organizaciones que lideran la oposición a los OGM en nuestro país, comenta a ABC que «no hemos hecho ninguna declaración pública, porque los argumentos científicos escapan a nuestro ámbito de actuación. Sin embargo, trabajamos de cerca con científicos de ENSSER (Red Europea de Científicos para la Responsabilidad Social y Ambiental) que han sido muy críticos con la retirada, y por nuestra propia experiencia pensamos que ha podido haber una presión por parte de la industria».
«Los resultados nunca son concluyentes en ciencia», apunta Ruibal, «se publican unos con unas conclusiones muy medidas. De ahí en adelante, se pueden hacer críticas, observaciones, nuevos cálculos o nuevas mediciones para afinarlos. Si dentro de un tiempo, nuevos resultados demuestran que los de Séralini eran muy preliminares y que no se puede establecer una asociación, pues vale, así funciona la ciencia».
Por su parte, el representante de Monsanto argumenta que la multinacional biotecnológica «no estaba sola en el cuestionamiento del estudio». De acuerdo con Carlos Vicente, «la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) ha revisado el estudio, y ha determinado que no cumple con las «normas científicas aceptables», y además de esta revisión, países como Bélgica, Dinamarca, Francia, Alemania, Italia y Holanda también completaron estudios independientes y llegaron a las mismas conclusiones sobre el estudio».
Para Vicente, la retirada del artículo no afectará en nada a Monsanto, como tampoco lo hizo su publicación. «Continuaremos trabajando en la misma línea que hemos seguido hasta ahora», dice, «centrados en ofrecer soluciones tecnológicas y productos agrícolas que mejoren la sostenibilidad y la productividad del campo y ofreciendo herramientas a los agricultores que permitan optimizar el uso de recursos naturales como el agua y la energía».
Pese a los múltiples estudios científicos en los últimos años que avalan la seguridad de los transgénicos la polémica generada con un solo estudio, revela que la discusión sobre los transgénicos en la UE está, como desde hace años, a flor de piel.
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