Más de 9.000 kilómetros separan Berlín de Santo André, lugar de concentración de Alemania durante el Mundial, aunque los hombres de Joachim Löw se sintieron como en casa desde que pusieron un pie en Brasil. La Federación había construido un complejo acorde para que todo el equipo se encontrara cómodo y no echase en falta su tierra.
El trabajo de campo empezó un año antes. Los trabajadores de la Federación tenían que encontrar un lugar idóneo para preparar el Mundial en buenas condiciones y Oliver Bierhoff fue el encargado de buscarlo. Tras recorrer medio Brasil, llegó a Santo André, un pueblecito situado al norte de Porto Seguro. Era el sitio perfecto, pero tenía un pequeño problema. Estaba sin construir.
Bierhoff encontró un terreno de 15.000 metros cuadrados y diseñó junto a Löw un proyecto que podía funcionar, así que lo dejó en manos de la Federación. Quedaba aún un año por delante y la Federación estaba convencida de que Santo André tenía que ser su lugar de concentración. Había que poner todo en marcha y pidieron permiso a la FIFA antes de hablar con las instituciones brasileñas. En cuanto conocieron los detalles y supieron que, tras el Mundial, las instalaciones serían propiedad de Santo André, dieron su visto bueno y firmaron las licencias.
Los gastos de la construcción corrían a cargo de la Federación Alemana y de sus patrocinadores; el ayuntamiento de Santo André no tendría que poner ni un real. Las instalaciones serían 14 viviendas de dos plantas, edificios administrativos, gimnasio, piscinas, campo de fútbol y 65 habitaciones. Incluso tenían un aeropuerto a menos de 30 kilómetros, desde el que poder desplazarse. Todo para que los alemanes se sintieran como en casa.
Un lugar de trabajo
En Campo André, que así se bautizó la instalación, todos los empleados eran habitantes del pueblo. Durante un año, la Federación Alemana se ha asegurado de que el paro fuese mínimo en la localidad y una vez que ha terminado el Mundial, ha donado los terrenos a las instituciones locales, para lo gestionen como prefieran.
Ahora, Santo André dispone de un complejo hotelero de gran lujo en primera línea de playa, aunque una parte se utilizará como escuela para niños pobres. Además, como agradecimiento por cómo les han acogido, los jugadores de la selección han donado 10.000 euros para la compra de una ambulancia.
