Sao Paulo amanece nublado y con algo menos de temperatura que en días anteriores. La humedad es alta, pero el termómetro no supera los 20 grados centígrados. Los ánimos, bastante revueltos días atrás en la capital financiera del país, están más calmados tras desconvocarse la huelga de metro y parece que el clima, en perfecta simbiosis, ha decidido tomarse también un respiro.
Eso sí, para este jueves, día del estreno de Brasil 2014, no hay nada seguro. Se teme que para boicotear la ceremonia de inauguración y el Brasil-Croacia se vuelva a convocar la huelga de metro y haya manifestaciones en las inmediaciones del Arena Corinthians. Las aguas bajan más mansas, pero la tormenta no ha terminado de decir adiós. La crispación en Brasil por la elevada corrupción política y el desmesurado gasto en la organización del torneo está presente en las calles y los ciudadanos no tienen intencion de quedarse con los bajos cruzados ante lo que ellos consideran un abuso de poder inadmisible.
Aficionados de todo el mundo empiezan a llegar a Sao Paulo
En cambio, donde las esperas son interminables es en el aeropuerto internacional de Guarulhos, donde un hervidero de amantes del fútbol comienza a desembarcar en Brasil ávidos de Mundial. A las 5 de la madrugada, hora local en Sao Paulo, es necesaria hora y media de espera para pasar el control de pasaportes. En las exasperantes colas en forma de zigzag, camisetas de todas las nacionalidades dejan bien claro que el Campeonato del Mundo está más cerca que nunca. Hinchas bosnios, croatas, argentinos, italianos, españoles, alemanes, uruguayos, nigerianos... todos cansados tras viajes de larga duración pero con una sonrisa en su cara: el premio es ver in situ a su país jugar todo un Mundial.






