A Pékerman siempre le gusta dar la nota. Y no porque toque mal un instrumento musical, sino porque le encanta tomar decisiones polémicas. Si le salen bien, se jacta. Si no, siempre dice que no era un asunto importante. Su convocatoria del joven Carlos Carbonero, que solo tiene 23 años (nada que ver con Sara, conste) ha generado una ola de críticas en Colombia y malestar dentro del seno del equipo. Se lesionó Aldo Leao Ramírez, por una distensión de ligamentos, y el sustituto elegido para disputar el Mundial ha provocado división de opiniones. ¿Por qué? Porque Carbonero no estaba en su preselección de 30 jugadores.
«Made in Pékerman», dice algún jugador colombiano en el anonimato. Los equipos tienen un historia de capitanías y jerarquías, y a los líderes del plantel no les gustan las decisiones sin un orden. El propio Carbonero (Carlos) admitió en la concentración que no se esperaba esta llamada: «Me he quedado sin palabras cuando me lo dijeron». Y sus compañeros, también.
Carbonero solo ha disputado un partido amistoso con Colombia. Fue hace tres años ante Ecuador en el estadio Vicente Calderón. Tres años sin venir a la selección y ahora regresa de golpe.
Colombia, la verdad, es famosa por vivir estos golpes de efecto que demuestran amistades o tendencias ajenas al propio rendimiento en el campo. En el Mundial de Francia 1998, el que ganó Zidane, el seleccionador, el excéntrico Bolillo Gómez, decidió jugar con Palacios y sentó a Córdoba, uno de los mejores futbolistas del equipo. Había mal ambiente y Asprilla, otro gran futbolista ,se marchó de la selección por una discusión con Bolillo. Ahora, el caso Carbonero ha suscitado una controversia similar.






