Tan alto como el jugador de baloncesto que fue, tan fuerte como el jugador de balonmano que es. Borja Fernández celebra que está en las semifinales de un Mundial. No con la camiseta del país en que nació, sino con uno que le ha dado la oportunidad de vivir una aventura tremenda en un país en construcción. "Nunca me hubiera planteado que esaría aquí. Pero ya que estamos, habrá que seguir soñando", confía en español, su lengua materna. Todavía no sabe mucho árabe -"es muy difícil"- pero sí se ha hecho a las costumbres y al modo de trabajar de Valero Rivera.
Fue el seleccionador quien le dio el empujón para dedicarse al balonmano. Fernández, que defendía la camiseta del Cai Zaragoza en la cancha de baloncesto del pabellón Príncipe Felipe, no era feliz con la canasta. En 2006, Rivera, director técnico del Balonmano Aragón, le preguntó si quería jugar al balonmano. "Probé para que me dejaran en paz, me gustó más y mira, ahora estoy aquí".
Está en Qatar, con un sueldo del que se ha dicho mucho, pero del que nadie sabe cifras concretas. En la selección liderada por Rivera. En las semifinales de un Mundial. Y es feliz. "Si no hubiera sido por Valero ni estaría jugando, ni aquí. Me convenció muy fácil", afirma antes de ponerse serio con un tema espinoso del que son reticentes a hablar: las nacionalizaciones. Ocho de sus compañeros son nacidos en otro país repescados con dinero para formar un equipo de la nada. "Yo soy jugador de balonmano. España nunca me llamó. Y no lo digo con rencor, sino porque había jugadores mejores que yo. Aquí me dieron la oportunidad. Hay otras selecciones que han hecho lo mismo, incluyendo la propia España, y nadie se habla de ellas. Me parece un poco injusto".
La única regla para que un jugador pueda defender la camiseta de otro país es que no haya jugado con la selección anterior al menos en los últimos tres años. Así, Qatar cuenta con el bosnio Daniel Saric, el cubano Capote, el español Borja Fernández, el tunecino Youseff Benali, el francés Roine y los montenegrinos Zarkovic, Stojanovic y Damjanovic. España también se benefició de la norma y pudo contratar a Arpad Sterbik para sus intereses. Como lo hicieran antes Andrei Xepkin o Talant Djshebaev. En este Mundial, Austria también tiene hasta seis jugadores nacidos fuera de sus fronteras. "Lo importante es ver lo que está haciendo el país para fomentar el balonmano, y el deporte, desde la base", completa Fernández.
¿Y qué le dice el Emir cuando baja al vestuario? "Nos felicita y nos dice que está orgulloso de nosotros", ríe el antes pívot, ahora pivote, el antes español, ahora qatarí.
