La segunda vida como eléctrico de un coche clásico

El modelo conserva en su inmensa mayoría la carrocería del Manta original. La zaga, no obstante, se ha retocado -la matrícula se ha bajado al paragolpes, dejando todo el protagonismo a una trasera rematada en negro piano- y sobre todo se ha actualizado el frontal, con una nueva parrilla carenada en línea con la nueva estética de Opel, protagonizada por una gran pantalla horizontal que alterna el «blitz» emblema de la marca con diferentes mensajes. Esto, junto a los nuevos faros LED de diseño láser, y unas llantas de 17 pulgadas (las originales eran de 13) son los principales cambios estéticos respecto al modelo original.

«Hemos buscado mantener lo máximo posible del coche original, en la estética y en la conducción», explica a este periódico Peter Junghanns , responsable del proyecto. Más de 90 personas han trabajado durante cerca de cinco meses en dotar de una nueva vida a un modelo que salió de la línea de montaje hace 47 años. «Una mujer de Weisbaden, Hatta Muller, lo compró y lo condujo hasta finales de los 80. Luego, con 55.000 kilómetros, decidió devolverlo a Opel, donde estuvo durmiendo treinta años hasta que lo encontramos», cuenta Junghanns. La donación de coches con especial significado no es algo inhabitual en Alemania, explica Jan-Philipp Alexander, portavoz de la marca, que destaca que se considera que nadie como el propio fabricante podrá hacerse cargo del coche con tanto mimo .

El hallazgo fue justo a tiempo para el 50 aniversario del lanzamiento original, que motivó que su equipo se planteara la reconversión. El resultado ha excedido sus previsiones más optimistas, dado el impacto que el modelo renacido ha suscitado en las redes sociales. «Hace dos meses te hubiera respondido que no hay negocio (para reconvertir coches clásicos como eléctricos). Pero hemos tenido tantas peticiones, tanto interés que habría que pensar en el escenario», reconoce Junghanns mientras posa junto a su creación en una descomunal sala vacía dentro de la histórica planta de Opel en Russelheim, cerca de Fráncfort. La misma donde hasta hace dos décadas se ensamblaba el Vectra y que ahora sirve como improvisada pista de pruebas , dado el inoportuno aguacero que cae más allá de los manchados ventanales.

Y es que el Manta GSe ElektroMOD no deja de ser una unidad única, el único de su especie y, aunque luce matrícula convencional -no deja de ser una modificación sobre un modelo previamente comercializado- sus creadores prefieren, al menos por ahora, no exponerlo demasiado a una climatología tan adversa. Las dimensiones de la sala, sin embargo, permiten realizar un buen primer recorrido, suficiente para tomar nota de cómo sus creadores han conseguido mantener un toque de conducción muy especial.

Por ejemplo, como el Manta original, carece de dirección asistida. Mantiene asimismo el freno de estacionamiento manual. Pero el verdadero detalle especial es que se ha optado por mantener la caja de cambios manual de cuatro velocidades, asociada ahora al nuevo motor eléctrico de 147CV. Una rareza que hace muy particular su conducción. Por ejemplo, se puede arrancar en segunda, o incluso en tercera, y jamás se cala. Para las transiciones, eso sí, hace falta pisar el embrague, y hacerlo a la vieja usanza: absolutamente lo mínimo imprescindible, si no queremos sufrir un perceptible tirón. La marcha seleccionada poco o nada tiene que ver con la velocidad a la que se circula, aunque en función de si estamos en segunda, tercera o cuarta varía la perceptible -y agradablemente deportiva- rumorosidad percibida en el habitáculo.

En el interior, el equipo de Junghanns, en colaboración con Opel Classics, ha logrado conjugar lo viejo con lo nuevo de forma excelente. El nivel de calidad es alto, impropio de un prototipo. El cuadro de instrumentación original ha sido sustituido por uno digital de 12 pulgadas, y se ha añadido una pantalla de infoentretenimiento de 10», ambas procedentes del recién lanzado Mokka. Un modelo, dicen desde Opel, que se inspira en su segunda generación precisamente en el Manta. La mecánica, sin embargo, no es compartida con su variante eléctrica, ya a la venta en los concesionarios españoles. Tampoco las baterías, de 31 kWh en el GSe, montadas en el maletero y suficientes para recorrer unos 200 kilómetros.

Más adelante, cuando el aguacero escampa y podemos realizar una ruta por los alrededores de la factoría en un recorrido realizado con las cautelas propias de conducir un coche único, notamos también una suspensión de ajuste firme pero confortable, una dirección muy deportiva y un aplomo que promete dejar disfrutar de un buen paseo a sus mandos. Aunque nos mantenemos lejos de su velocidad máxima de 150 km/h, durante todo el recorrido continúa la sensación de conducir un coche especial , con una adaptación eléctrica particularmente bien pensada y ejecutada.

Tras convivir con el Manta GSe durante más de cuatro horas, las buenas sensaciones se consolidan, y repetimos a Junghanns la pregunta de si sería viable como línea de negocio estable reconvertir coches clásicos en eléctricos. «Ahora mismo pensamos en varias direcciones», asegura, aunque pone de manifiesto el principal escollo. «Hace falta encontrar un Manta en buenas condiciones. Y eso supone más de 20.000 euros. La reconversión, mucho más que eso. Habrá que ver si el cliente está dispuesto a pagar el precio».