De ruta con la Honda Gold Wing: Crónica de un viaje inesperado
Jm Pérez Lago
Desde siempre me han apasionado las motos y cuándo era un chaval, y de eso ya ha llovido, para mí el mundo se dividía en dos grupos, los Montesistas y los Bultaquistas. Yo era montesista. Y lo sigo siendo, así que cuando debido a la ... pandemia no pude acudir a la invitación para visitar la exposición de los '75 años de Montesa', sentí que me había perdido algo importante, algo digno de ver que quedó apuntado en la agenda de cosas pendientes.
Pero la fortuna a veces trabaja para uno y unos meses después surgió la oportunidad en forma de viaje inesperado a las tierras catalanas con visita al Museo de la Moto de Bassella, Y no una visita normal, sino que tendríamos el privilegio de que los comisarios de la exposición, Santi Ruiz y Pep Itchart y el propietario del museo D. Estanis Soler, nos guiaran en la visita. Si os gustan las motos no dejéis de visitar este museo, es una maravilla.
La jornada comenzó en la fábrica Montesa-Honda donde recogería la que sería mi compañera de viaje, una flamante e imponente Honda Gold Wing 2021. Una moto pensada para viajar, un sofá con ruedas, un lujo rodante. Seis cilindros, 1800 cm3, 125 CV, suspensiones electrónicas, música, GPS, marcha atrás, pantalla regulable, control de crucero, cambio DCT… Además podría disponer de ella durante unos días así que también me la llevaría de viaje hasta Madrid.
Tras las explicaciones de rigor, hay muchos botones que manejar, partimos de Santa Perpetua de Mogoda. La ruta no sería directa, sino que atravesaríamos la comarca del Moianés para llegar al museo casi a la hora de comer. Por supuesto habíamos hecho ya una parada 'técnica' para almorzar una suculenta butifarra con pan 'tumaca' que nos llenaría de energía para hacer bailar la corpulenta Goldwind entre tanta curva. Tras la completa visita comeríamos en el restaurante Can Boix de Peramola, buena comida y mejor sobremesa. Con el sol apretando, volvimos a Barcelona con algún tramo de autopista para aligerar el trayecto.
Al día siguiente saldría hacia Madrid, casi 700 km por delante en los que buscaría buenas carreteras para disfrutar de la moto. Mi plan consistía en alejarme lo más pronto posible de la ciudad, así que a las 8 de la mañana ya estaba en marcha. Bajaría hasta Tarragona, Reus y luego dirección Alcañiz por la ruta de los Tambores, hasta Caminreal, Monreal del Campo y pasando por Molina de Aragón, cogería la A2 en Alcolea del Pinar. El día resultó perfecto para ir en moto, 25 o 26 grados como máximo; ¡qué diferencia con el último viaje por esta zona a varios grados bajo cero y nevando copiosamente¡
Lo cierto es que, antes de salir pensé que el viaje en solitario se me haría pesado y monótono, pero resultó todo lo contrario. La Gold Wind es una máquina de devorar kilómetros y eligiendo carreteras adecuadas se disfruta al máximo. El motor ronronea como un gato, las suspensiones lo filtran todo suavemente y nada se resiste a sus 125 CV. Salvo en las zonas urbanas, donde dejaba hacer al DCT, me divertía jugando con las levas para mantener el motor en la zona de máximo par, donde las aceleraciones son fulgurantes pese al volumen de la moto. Casi sin darme cuenta dejaba atrás Guadalajara, llegando a Madrid a la hora de siesta y con una gran sonrisa en la cara, de verdad que había sido una gozada este viaje inesperado.
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