La tauromaquia, según José María Cano

El padre de estas y otras siete obras relacionadas con el mundo del toro es José María Cano , excomponente del grupo musical Mecano , que se ha centrado desde hace una década sobre todo, en la pintura , como creador y coleccionista. Aunque, entre tanto, a «este artista renacentista y multifacético» –tal y como le definió ayer en la presentación de su muestra el presidente de la Comunidad, Ignacio González–, también ha tenido tiempo para componer una ópera: «Luna» .

El colorido que caracteriza a la fiesta de la tauromaquia contrasta con la monocromía de las piezas de Cano. Para el madrileño, «la realidad es multicolor y la verdad no». Precisamente por eso, esta colección ha sido bautizada como «La cera que aún arde». Con ella hace mención a la técnica de la encáustica, un preparado de cera con aguarrás sobre lienzo que sella en el tiempo los dibujos del autor. De cerca, sus pinturas parecen una secuencia inconexa de puntos y manchas que dan la impresión de estar colocados al azar. Se requiere cierta distancia para entender la imagen que representan, al igual que ocurre en los toros.

La exposición podrá verse hasta el próximo 8 de junio de 10 a 14 horas y de 17 horas hasta el cierre de Tendido 11, un espacio vanguardista recién remozado en el interior de la plaza. Después, los lienzos serán expuestos en el Arsenal Museum de Kiev, el Long Museum de Shangái y en el CAFA Art Museum de Beijing.

Según el artista madrileño, en los muros de Las Ventas ha quedado sellado un «legado fantástico que ayuda a fijar la cultura que representan los toros». Para Cano no hay mejor lugar que «la catedral», como él denomina al coso madrileño, para exhibir sus obras, pues por esta misma plaza hizo el paseíllo su propio padre décadas antes. Modesto Cano llegó a torear de novillero en la capital. «Él me enseñaba a lidiar en el salón de casa», confesó.

«El toro es como el ser humano, que persigue su destino detrás de la muleta»Aun así, considera que el toreo no es lo suyo. «Solo he tenido una experiencia con los toros en la finca de la familia Manzanares padre. Después de negarme durante años a entrar en el ruedo, cogí un capote para torear a un becerro sin cuernos y me dio tal cabezazo en la rodilla izquierda que no pude caminar en dos semanas del golpe», comenta Cano mientras ilustra con sus gestos la anécdota y despierta las carcajadas del auditorio.

No obstante, aunque sea desde la barrera, el pintor también vibra con las maniobras de los matadores y reconoce su enorme expresividad. «El toro es como el ser humano persiguiendo su destino detrás de la muleta. Es puro arte». La fusión entre la tauromaquia y la pintura comenzó a fraguarse hace cinco años. Durante las retransmisiones en televisión, Cano dibujaba bocetos de las escenas que más le impactaban en Las Ventas . Y lo que comenzó como unos simples dibujos, terminó convirtiéndose en los actuales lienzos de gran formato.

En ellos, expresa su filosofía de vida: «Quise dibujar a un torero dando la vuelta a una montera que se le había caído al suelo del revés porque pienso que, como he intentado demostrar a lo largo de mi vida, el hombre es capaz de cambiar su destino».