Ortiz secuestró en 1998 a un niña que iba al colegio y dejó su rastro

Este método empleado con aquella primera víctima pudo ser corregido por el acusado en los abusos cometidos durante el último año, ya que las niñas fueron llevadas a un domicilio y posteriormente lavadas a fin de borrar restos para evitar una identificación.

El caso por el que fue condenado Antonio Ortiz se produjo en marzo de 1998 con una niña madrileña de 7 años, a la que obligó a introducirse en un coche y retuvo hasta que consumó la agresión sexual. La Audiencia Provincial de Madrid le consideró culpable de agresión sexual y de detención ilegal, delitos por los que le condenó a nueve años de prisión y a indemnizar a la niña con un millón de pesetas.

La sentencia consideró probado que el 27 de marzo de 1998 el pederasta se dirigió con su vehículo a las cercanías del Colegio Público madrileño José Bergamín, situado en la calle Braille, en el distrito de Fuencarral, y una vez allí se dirigió a una niña de 7 años que acudía a clase.

La agarró fuertemente de la mano y la obligó a entrar en su coche, en el que la mantuvo retenida durante una hora circulando por diversas calles de las proximidades del colegio, para después detener el vehículo y consumar la agresión.

Después permitió a la niña salir del coche para que acudiera al centro, situado a unos 500 metros, según aquella sentencia. El preso cumplió condena en régimen cerrado hasta que en julio de 2006 la Audiencia de Madrid acogió un recurso suyo contra la negativa a concederle el régimen abierto del Juzgado de Vigilancia Penitenciaria y le dejó acceder al régimen abierto de Tercer Grado restringido, que le permitía salidas de fin de semana.

En abril de 2005 la Junta de Tratamiento del Centro Penitenciario en el que estaba interno Ortiz le había negado el acceso a tercer grado a pesar de que llevaba siete años en la cárcel y había cumplido las tres cuartas partes de su condena.

Sin embargo, en su auto la Audiencia consideró que su perfil mostraba, «por encima de algún dato negativo», una trayectoria «claramente ascendente» en cuanto a factores como respeto a las normas, hábitos laborales en prisión, nula conflictividad y apoyo familiar, por lo que le concedió el citado régimen abierto restrictivo que le permitía salir los fines de semana.