madrileños con historia
«El Prado es mi segunda casa»
Francisco Martín Ortiz de Zárate se va a jubilar en dos años cumpliendo el medio siglo trabajando para la pinacoteca más importante del mundo
tatiana g. rivas
Entró a trabajar con 15 años en el Museo del Prado . El único puesto que podía desempeñar a tan temprana edad era el de ascensorista. Hasta que hizo el servicio militar, Francisco Martín Ortiz de Zárate fue uno de los encargados de tirar de ... la palanca de tres de los cinco elevadores que tenía la pinacoteca más importante del mundo. Corría el año 66 cuando fue contratado. Entonces, la entrada al museo costaba 10 pesetas —ahora 14 euros— y él cobraba 2.000 pesetas al mes. «Llevábamos uniforme azul en invierno, con gorra, y beige en verano», rememora.
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Martín se conoce a la perfección cada rincón de este Bien de Interés Cultural. «Es mi segunda casa. A veces me cuesta salir de él. No tengo muchas prisas por irme cuando termina la jornada. Me da muchísima pena jubilarme», expresa después de llevarnos a su sala preferida, la 12, la que guarda « Las Meninas » de Velázquez, también su obra favorita. «Es que su valor es incalculable. Nunca ha viajado fuera de Madrid, donde se pintó, salvo en la Guerra Civil », añade refiriéndose a este cuadro de Velázquez. Martín no es experto en arte, pero su trabajo le ha aportado más conocimiento que una carrera. Incluso se ha atrevido a ensayar con el pincel, aunque reconoce, no es su especialidad.
Los fantasmas del Prado
Lleva desde 1987 como responsable de la oficina de copias del museo. Se encarga de conceder los permisos a los pintores cuando quieren copiar un cuadro en las salas de este templo cultural. Según se camina por los pasillos se ven caballetes aparcados con obras semiacabadas. Algunas casi idénticas a las reproducidas Paco, como se le conoce en el museo, da una regla de oro para poder imitar una pintura dentro de estas lindes: «No puede ser igual que el original. Tiene que tener cinco centímetros de diferencia en cada lado». Cuestiones de seguridad. Además, cada copia se escanea y se guarda en los libros de registro del museo, que datan de principios del siglo XIX. Y la norma más importante: «“Las Meninas”, “Las majas” de Goya y “El jardín de las delicias” de El Bosco no se pueden copiar».
Cuando Paco terminó la «mili» regresó al paseo del Prado y se reincorporó como vigilante de seguridad de sala. Por eso conoce también de la existencia de sus fantasmas. «Antiguamente el museo solo tenía vigilancia exterior. Dentro se cerraban todas las salas y nadie se adentraba. Por la mañana tocaba abrir las habitaciones. Muchas salas no tenían luz y tocaba ir con linterna y unas llaves de hierro extremadamente largas. Al abrir las puertas, del calor o el frío, las maderas crujían. De esos ruidos que se hablara de fantasmas», relata. Paco es ahora el trabajador más antiguo del Prado que mejor conoce las instalaciones. Recuerda como las visitas más memorables al museo la de Lady Di y Richard Gere. «Se generó un verdadero revuelo con ambos», narra.
Carreras por Richard Gere
El actor estadounidense contemplo exhaustivamente «Las Majas» en el Prado. «Había verdaderas carreras entre las mujeres, trabajadoras y visitantes, por verle», detalla. También echa la vista atrás para volver a ver en este edificio de casi 16.000 metros cuadrados a Paul Mccartney, Sophia Loren,...
La anécdota que coloca una sonrisa a este hombre de templanza seria es la vez en la que le sorprendieron en su sala de trabajo, ubicada en la galería, abierta a visitantes. «Una mujer argentina abrió la puerta y me dijo: “Le miro y es usted la viva imagen del Greco”». El responsable de copias del Prado tiene 63 años. Le quedan dos para jubilarse, pero tiene una cosa clara:«Nunca dejaré de venir aquí».
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