Una vida disuelta por un ataque con ácido

La mujer desfigurada por encargo de su ex, que contrató a un sicario dice: «Tengo ganas de volver a empezar»

Una vida disuelta por un ataque con ácido de san bernardo

m. j. álvarez

A pesar de su juventud, Mari Ángeles Ruiz González, de 30 años, ha vivido muchas vidas. En una de ellas era alegre, trabajaba, se divertía, y lo más importante, tuvo un hijo. Se casó en 2007 con Özgür Dogan, un turco de 36 años, desoyendo ... los consejos de los suyos —«Ese hombre no te hará feliz. ¡Déjale!»—. Sin embargo, mantuvieron una buena relación durante cuatro años.

Toda esa época se vio truncada el 20 de junio de 2012, sobre las 10.30 horas, cuando un desconocido arrojó a Mari Ángeles —que entonces tenía 28 años—, el ácido que llevaba con el fin de desfigurarle el rostro por encargo de su marido, a cambio de una determinada cantidad de dinero. Ella gritó y lloró, lloró y gritó sin lágrimas porque sentía que se abrasaba por dentro y por fuera.

«Desde el principio supe que él estaba detrás. Sabía que algo iba a pasar pero no que iba a ser así», dice la víctima en alusión a su exmarido. «Me seguía, controlaba mis movimientos, mis conversaciones, mis llamadas, mis relaciones personales. Estaba obsesionado y no podía ni ir a casa de mi madre», confiesa la joven. Todo ello la sumió en un permanente estado de ansiedad. «No me dejaba nunca sola».

Celoso y controlador

Las recomendaciones de sus íntimos no fallaron. Un año antes del ataque con el líquido corrosivo, que le provocó una grave quemadura en la cara, «pensamos divorciarnos de mutuo acuerdo, pero me pidió una segunda oportunidad y me prometió que iba a cambiar», indica. No fue así.

Él no trabajaba, ella le mantenía y aún así la sometía a un trato degradante. «Era muy celoso, la maltrataba psicológicamente y estaba siempre alterado, por lo que se peleaban mucho», según sus allegados. En abril de 2012 Mari Ángeles dijo basta. Y, a partir de ahí, el acoso y la persecución a la que era sometida se intensificaron, así como el miedo, el terror y la angustia. Todo ello convirtieron su convivencia y su existencia en un infierno en el que aterrizó de golpe el día que fue agredida con ácido sulfúrico.

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