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Manuela, el café de la mayéutica

El histórico local de Malasaña cumple 35 años sin olvidar, pese a los nuevos tiempos, la idiosincrasia con la que fue levantado

Manuela, el café de la mayéutica café manuela

Javier Calero Sánchez

Marisol y Gabe. Inglesa de padre español y húngaro de castellano fluido. Conversan en inglés y juegan al Scattergories en su primera cita. Sonríen tras dar un sorbo a la copa que toman; parece un batido o quizá un zumo afrutado. A un par de ... metros, Rudi, de larga barba canosa, con gabardina gris y boina con visera, se sienta a leer el periódico a solas con su caña recién servida.

Su intimidad se fusiona con la complicidad de la joven pareja para componer juntos la melodía de jazz que se escucha en el Café Manuela: el epítome ideal del barrio de Malasaña más intelectual y alejado del glamour de la Movida.

Tras la muerte del dictador, a finales de los setenta, broncistas, escayolistas, cristaleros y otros artesanos de la zona convirtieron —bajo la supervisión del fundador, Juan Mantrana y su socio, José Mª Tessio— una vieja carpintería en un café decimonónico que cumple 35 años el próximo 14 de marzo.

Por el Manuela han pasado literatos como Carmen Martín Gaite, los hermanos Sánchez Ferlosio, Agustín García Calvo o Francisco Umbral, entre otros; pintores como Octavio Colis y políticos como Joaquín Leguina.

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Manuela, el café de la mayéutica

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