lotería de navidad
Pancracio, el santo rico que murió muy joven
Este mártir al que mucha gente pide fortuna fue decapitado con solo 14 años, tras repartir todas sus riquezas entre los pobres y negarse a abandonar el cristianismo
ABC.ES
«El hijo de Cleonio de Frigia se ha hecho cristiano y está distribuyendo sus haciendas entre viles personas. Además, blasfema horriblemente contra nuestros dioses». Este fue el chivatazo que le llegó al emperador Diocleciano en el año 304, que le costó la vida al ... joven Pancracio, el santo de los afligidos por la pobreza, del trabajo, de los negocios, de la fortuna o de los juegos de azar, cuya devoción ha crecido exponencialmente durante los años de crisis.
San Pancracio ha conseguido traspasar las fronteras de los recintos sagrados
Como explica Javier Peso Moreno en el libro «La religiosidad popular: Antropología e historia», el auge y extensión del culto a San Pancracio es un fenómeno muy llamativo, porque, en un periodo relativamente corto de tiempo, este mártir ha conseguido traspasar las fronteras de los recintos sagrados para estar presente en los hogares, en los comercios, en los bares y, en definitiva, en vida cotidiana, más allá de los aspectos puramente religiosos. Un efecto con un repunte en fechas tan señaladas como la de la Lotería de Navidad .
Sobre la vida de este joven de la nobleza que prefirió morir a abandonar su fe existen numerosas historias y leyendas recogidas en las hagiografías oficiales, aunque la veracidad histórica de los datos que se dan sea dudosa y, a veces, contradictoria. Para su nombre, por ejemplo, se han dado varios significados, como «el que lo sostiene todo», «totalmente agradable desde muy temprana edad», «el que posee el poder» o «todopoderoso».
Huérfano a los 7 años
Cuentan que Pancracio nació en una ciudad de Frigia, la provincia romana de Asia Menor. Su padre era Cleonio, un noble y acaudalado señor, devoto de las religiones paganas y muy querido en su entorno, que murió cuando él tenía 7 años.
Cuando murió su padre, Pancracio quedó al cuidado de su su tío Dionisio
Pancracio quedó entonces al cuidado de su único familiar, su tío Dionisio, que se convirtió en un gran referente para él. Fue un excelente tutor que administró brillantemente su vasto patrimonio, hasta el punto de multiplicarlo por cuatro. Pero, sobre todo, lo que hizo fue asegurarse de que su sobrino recibiera la mejor de las educaciones. Por esa razón, Dionisio decidió trasladarse a Roma cuando Pancracio cumplió los 10 años, a uno de los palacios que poseía allí.
Fue justo el momento en el que el emperador Diocleciano comenzó su última y más sangrienta persecución contra los cristianos, entre el 303 y 311. Aunque no logró su objetivo de acabar con ellos –pues su sucesor, Constantino I , legalizó la nueva religión en el Edicto de Milán del 313– si fue letal para el joven Pancracio y su tío, que se convirtieron a la nueva religión gracias a un criado de confianza que trabajaba en la casa.
La conversión
Dionisio, que era un pagano convencido de buen corazón, nunca traicionó ni delató a su criado por profesar la religión perseguida por el Imperio Romano . Éste, agradecido, no dudó en dar a conocer a sus amos el cristianismo. Les puso en contacto con el Papa Marcelino, que vivía oculto cerca del palacio, y mantuvieron largas conversaciones con él, hasta que quedaron embelesados por los razonamientos y las acciones caritativas del Sumo Pontífice y sus seguidores en tiempos tan difíciles.
«El hijo de Cleonio de Frigia se ha hecho cristiano y está distribuyendo sus haciendas»
A partir de ese momento se fueron sumergiendo poco a poco en la fe de Jesús , aprendiendo sus dogmas y comparando los preceptos morales de la vieja y la nueva religión, hasta qué, finalmente, Pancracio y Dionisio terminaron abrazando la santa fe y siendo bautizados por el Pontífice en las catacumbas. Un episodio que presenta uno de las contradicciones de su biografía, pues algunos relatos aseguran que recibió el bautismo por parte del Papa Cornelio , que había muerto medio siglo antes.
Después de su conversión, tío y sobrino no dudaron en contribuir a la colecta habitual con todos sus bienes, rentas y riquezas, poniéndolas en beneficio de los pobres y la comunidad cristiana.
Denuncia y decapitación
Pancracio no tardó mucho en ser denunciado al emperador, que había sido amigo de su padre en tiempos remotos. «El hijo de Cleonio de Frigia se ha hecho cristiano y está distribuyendo sus haciendas entre viles personas», le advirtieron. Diocleciano ordenó inmediatamente su detención y pidió que fuera conducido hasta él.
El cuerpo y la cabeza de Pancracio quedaron tirados tras ser decapitado
Cuentan que la conversación entre el emperador y Pancracio fue, en primer lugar, larga y en un tono paternal, en base a esa vieja amistad, pero acabó en amenazas. El joven no cedió a las presiones y no quiso abandonar el cristianismo. Y Diocleciano, llenó de ira, ordenó que fuese decapitado de inmediato.
Fue conducido entonces a la Vía Aurelia y, una vez allí, en vez de mostrar resistencia, se arrodilló sereno, levantó las manos en dirección al cielo y dio gracias a Dios porque hubiera llegado el momento de su muerte. Sin más dilación, le inclinaron la cabeza y el verdugo dejó caer el hacha sobre su cuello.
El cuerpo y la cabeza de Pancracio quedaron tirados allí mismo para que se los comieran los perros, pero, una vez entrada la noche, una señora llamada Octavila recogió sus restos, los embalsamó con ricos aromas, los amortajó con un lienzo y se preocupó de que fuesen enterrados en un sepulcro nuevo.
Pancracio cayó en el olvido después de aquello y no se volvieron a tener noticias suyas hasta el año 500, cuando fue construida sobre su sepulcro, en Roma, una basílica en su honor. Y un siglo después, cuando Gregorio Magno predicó en ella una homilía con motivo del aniversario de su nacimiento. A partir de ese momento, su culto se fue extendiendo sin parar hasta el día de hoy.
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