artes&Letras
Javier Sierra: «Detrás del arte hay aventura y sorpresa»
Javier Sierra ha presentado en Toledo su nueva novela, «El Maestro del Prado», que está batiendo récords de ventas y en la que nos desvela los secretos de las obras más famosas del Museo del Prado
M. Cebrián
El periodista y escritor turolense Javier Sierra ha presentado esta semana en Toledo su nueva novela, «El Maestro del Prado», que está en los primeros puestos de los libros más vendidos estas semanas y en la que nos sumerge en un apasionante recorrido por algunas ... de las más famosas obras pictóricas del Museo del Prado. La historia que narra no es un simple repaso por sus características estilísticas, sino que es un joven Javier Sierra, durante sus años de universidad en Madrid, el que nos desvela los secretos de esas pinturas y sus autores gracias a las enseñanzas de un misterioso anciano, Luis Fovel.
-¿Qué es más «El Maestro del Prado»: una novela de misterio o un manual esotérico de algunos pintores y sus obras?
-Es el esfuerzo por convertir una serie de misterios sin resolver del arte en un relato que llegue a todo el mundo. Muchos de los temas que yo abordo en esta novela eran comentarios sólo para especialistas y, de repente, lo que he hecho ha sido sacarlos de los expertos en arte y acercarlos al gran público dentro de una historia que sea atractiva.
-Usted es el protagonista de la novela. ¿Qué hay de realidad en los hechos que narra?
-Hay mucho más de realidad de lo que el lector pueda suponer. Mi primer encuentro con un anciano en las salas del Museo del Prado que se ofrece a guiarme por algunos cuadros y a explicarme sus claves realmente sucedió. Muchos de los episodios que yo narro como, por ejemplo, mi encuentro con Lucía Bosé, cuando estaba construyendo su Museo de los Ángeles en Turégano, también ocurrió. Por lo tanto, hay mucho de autobiográfico, más que en ninguna de mis novelas anteriores, porque he querido que el lector vea el arte a través de los ojos de un joven de 20 años, que es mi situación en la época en la que transcurre la historia.
-¿Cuál es la línea que une a todos los pintores y obras que aparecen en la novela?
-Una muy clara, y es que la pintura en sus orígenes nunca fue concebida sólo por estética o belleza, sino que detrás había un sentido de la trascendencia. Es decir, los pintores eran casi taumaturgos o magos capaces de hacer vivibles cosas que estaban vedadas únicamente a la visión de los místicos. Esto es algo que estos artistas heredan desde la Prehistoria, ya que hace unos 30.000 años nuestros antepasados en el Paleolítico inventaron el arte precisamente para representar las almas de los animales que iban a cazar.
-¿Qué mensaje quiere lanzar al lector con la interpretación que hace de las obras pictóricas que aparecen?
-Que al arte debemos acercarnos con un espíritu abierto. No hace falta sólo una aproximación intelectual, que es la que nos enseñan, sino también una aproximación emocional. El Bosco nunca pintó para ser materia de examen, sino para crear reacciones en quien admirara su pintura. Hoy, cuando entramos en un museo, lo vemos todo desde una perspectiva muy distante, superficial y estética y nos perdemos lo mejor, pues detrás del arte hay aventura y sorpresa.
-¿Cómo se siente al ser «El Maestro del Prado» una de las novelas con más éxito ahora mismo?
-Yo soy el primer sorprendido porque he publicado esta novela en un momento editorial bastante áspero y lo que ofrezco a mis lectores es un discurso que trasciende a lo material, lo cual ha prendido como una mecha que no se puede apagar, cosa que me alegra. Por lo tanto, creo que el ser humano sigue siendo una criatura ávida del equilibrio, es decir, que necesita lo material pero también lo trascendente.
-¿Sabe si hay lectores de su libro que acudan al Museo del Prado para estudiar y observar de nuevo sus obras?
-Cuando he vuelto al Museo del Prado he tenido la ocasión de hablar con visitantes que llevaban mi libro debajo del brazo como guía. Incluso algunos de los vigilantes de sala que lo han leído me han dado las gracias porque mi novela está dedicada a ellos con razón porque ellos son los que ven a más maestros del arte.
-Uno de los pintores que aparecen es El Greco. ¿Qué destacaría de él?
-El Greco se postuló a pintor de la Corte de Felipe II y llegó al Escorial de la mano de su bibliotecario, Benito Arias Montano. Ambos, El Greco y Arias Montano, militaban en una secta muy curiosa que se llama la “Familia del Amor o Caritatis” y la reacción que tuvo el rey al contemplar las pinturas de El Greco fue de rechazo. Por eso, el pintor se marchó a Toledo para desarrollar su carrera privada y hace una cosa no esperada, que es crear su propia visión de las cosas. El Greco no se parece a ningún otro artista contemporáneo de su época, es completamente diferente porque lleva al lienzo su visión mística de la realidad, por lo que es inimitable.
El Greco y Toledo
-Se cumplen en 2014 los 400 años de la muerte de El Greco y su figura sigue levantando polémica. ¿Cómo le gustaría que se le recordara?
-Me alegra mucho que se le valore, ya que en su época no fue debidamente apreciado, y que haya llegado hasta hoy con esta salud de hierro. Sin embargo, aparte de la polémica surgida con esta efeméride, la cual desconozco, me parece que se hace un flaco favor en Toledo a un cuadro como «El Entierro del Conde de Orgaz», que está maltratado, mal iluminado y que a duras penas los visitantes pueden observarlo. Me parece muy triste que la ciudad no saque pecho, no tome cartas en el asunto y haga que la obra de El Greco reluzca. Ojalá que el IV Centenario sirva para eso.
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