ARTES&LETRAS
Carácter Theotocópuli
El Greco como personaje literario
Carácter Theotocópuli
El Greco es un artista genial. Su pintura, tras muchas y variadas interpretaciones, sigue envuelta en un halo de misterio. La vida está escasa de datos objetivos documentados. Suposiciones, conjeturas, leyendas, silencios, desvaríos, todo se conjuga para que la realidad y la ficción se entreveren ... y hagan del Greco un personaje de novela. En este artículo vamos a dejar constancia de algunas de estas apariciones, desde la interesantísima crítica al poder que supone la novela El Greco pinta al Gran Inquisidor, hasta la última aparición en un capítulo de la obra reciente de Javier Sierra, El maestro del Prado y las pinturas proféticas.
No estamos muy de acuerdo con las palabras de Manuel B. Cossío: «El Greco no dormía, soñaba, era un soñador, y lo que aspiraba a pintar no eran las cosas reales que dan los sentidos, sino los ensueños. Así, y sólo así puede explicarse su arte». En el Greco hay más razón, más argumento, una manera de ver el mundo desde diversas perspectivas. Por eso, por la complejidad del artista y de la persona, por la ambigüedad y la ambivalencia, es posible perfilar personajes de novela muy diversos con su figura. Señalamos, por su interés, las novelas de Stefan Andres, El Greco pinta al Gran Inquisidor; Manuel Ayllón, La conjura del Greco; Silvia Plager, Las damas ocultas del Greco; Jesús Ferrero, Juanelo o el hombre nuevo y Javier Sierra, El maestro del Prado.
El alemán Stefan Andres publica El Greco pinta al Gran Inquisidoren 1936. La novela es toda una reflexión sobre el poder absoluto, la muerte y la posibilidad de la venganza. El personaje central es el Gran Inquisidor que está siendo pintado por El Greco (se refiere al retrato que hiciera al Cardenal Niño de Guevara que hoy se encuentra en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York). El cardenal quiere que se muestre la verdad. El Greco se manifiesta fascinado por el poder, con su grandeza, su tragedia y sus miserias. La Inquisición es un marco muy adecuado para averiguar y describir lo que es el miedo que infunde el poder absoluto. Ese ir y venir de emociones contrapuestas es lo que el pintor pretende plasmar en el cuadro. Pero la historia se alarga con la presencia de un amigo médico del Greco que, teniendo la posibilidad de vengarse, sin embargo salva la vida al Inquisidor, que podrá seguir haciendo de las suyas. Conviene afirmar que ni el Greco ni su amigo, el médico Cazalla, asumen los desmanes del poder y la violencia de Estado, sino que mantienen su ética profesional por encima de las debilidades del ser humano y son conscientes siempre de la existencia de la crueldad y la injusticia, aunque también encarnen la impotencia y el escaso efecto de la resistencia pasiva. Esta ficción recrea al Greco como un personaje verosímil, que hace de la necesidad virtud y del miedo valor, e intelectualmente comprometido con la vida y con el arte.
En La conjura de El Greco, novela de Manuel Ayllón (2007), el pintor es un personaje testigo en una acción que intenta llevar a cabo una secta secreta para derrocar a Felipe II. El mundo de la religión y el de la política se entremezclan en un universo de personajes históricos, Felipe II y don Juan de Austria, Luis de Castilla, Julio Clovio y Fulvio Orsini, doña Ana de Mendoza, princesa de Éboli, el famoso Antonio Pérez o Juan de Escobedo, junto a elementos que entran dentro de la conjetura, como las profecías de Notradamus. La narración, entretenida, desarrolla una ficción anclada en el género histórico pero que nos conduce más a la peripecia novelesca que a la historia propiamente dicha. El planteamiento es, en la práctica, una especulación, la acción es escasa, los diálogos profusos y las descripciones prolijas de los sucesivos personajes que aparecen; a ello se añaden invenciones de contenido erótico -entendemos que poco documentadas históricamente-, que dan sabor, color y aroma a la novela. Del Greco se puede decir que es un personaje secundario «de lujo», que tiene escasa importancia en la trama y en el que se vislumbra una cierta antipatía hacia Felipe II, lo que encontramos creíble, si tenemos en cuenta cómo lo pinta en La adoración del nombre de Jesús, obra también conocida como El sueño de Felipe II o Alegoría de la Liga Santa, en donde el rey prácticamente está representado a punto de ser engullido por las fauces del monstruo. Lectura de cierto interés añadido es la de un capítulo en el que el autor trata de desentrañar los misterios que encierra el imponente cuadro que El Greco pintará para la iglesia de Santo Tomé, El entierro del señor de Orgaz.
Silvia Plager traza en Las damas ocultas del Greco un perfil del personaje que, si bien es razonable en la invención novelesca, no coincide demasiado con la documentación objetiva que existe sobre el artista. Que nadie intente buscar en esta novela una biografía del Greco, pues lo que encontrará, en el marco tópico del Toledo de las tres culturas, es una obra de sensaciones mezcladas, reflexiones, pesadillas y sueños de un variado conjunto de personajes propios de la España imperial. El Greco se mueve entre el poder y las damas. La autora trata de reflejar sus pasiones, el vínculo con sus más cercanos, la relación con sus amigos y conocidos y la capacidad de simulación para poder vivir con sus convicciones en el ambiente de una sociedad en la que el poder de represión de la Inquisición y de la Iglesia es evidente. Y para justificar el título, y ya puestos a elucubrar sobre «las damas» del Greco, a este se le relaciona con varias: Jerónima de las Cuevas, la madre de su hijo Jorge Manuel; Helena, la esposa cretense de la que nunca tendremos noticias; la intelectual, noble e influyente italiana Irene de Spilimbergo; una joven de antepasados musulmanes; una criada, María, cristiana y humilde; y Estrella Mendes, otra criada, esta de origen judío, que le dará otro hijo, y con él, un secreto. Si no buscamos la verdad y sí el entretenimiento o «lo que pudo ser», esta novela, Las damas ocultas del Greco, merecerá el tiempo de lectura que le dediquemos.
Juanelo o el hombre nuevo, novela de Jesús Ferrero, no se puede decir que sea una obra sobre El Greco, pero sí que a este el autor le concede un papel de relevancia en el toque final que el inventor Juanelo da a su creación, a su mecano, a esa especie de gólem que es su hombre nuevo. Entre las sombras de ese Toledo nocturno y gótico en el que se mueve Juanelo, El Greco es un protagonista privilegiado. La novela, con el Greco incluido, tiene interés narrativo, con ese modelo de contar minimalista y cinematográfico al que acostumbra Jesús Ferrero, que nos ofrece aquí un texto bien tramado, en el que mezcla el contexto real, los personajes verídicos y la imaginación con la capacidad literaria que le es suficientemente reconocida.
Javier Sierra, en su más reciente obra, El maestro del Prado y las pinturas proféticas, también dedica un capítulo al Greco. En La «otra humanidad» del Greco, capítulo 15, el doctor Fovel y el narrador recorrieron «en un suspiro la distancia que separaba la sala de los Boscos de la de los Grecos». El sueño de Felipe II, La Encarnación o La Crucifixión se nos mostrarán en una perspectiva muy de Javier Sierra -quien esté acostumbrado a su literatura podrá apreciar de qué hablamos-. La novela de Sierra también hace alguna referencia a la secta Familia Charitatis, a la que debió de pertenecer El Greco, de la que se había hecho eco antes la novela de Ayllón. En ese contexto el doctor Fovel desgranará fascinantes historias que ponen en relación al artista cretense-toledano con la intelectualidad de la época y con un mundo de símbolos que se pueden rastrear en el universo de la cultura.
El Greco y su obra han dado pie a muchas ficciones. Seguirá siendo fuente de inspiración para otras más, pues hay un Greco que, aunque ya está indagado, aún no está escrito. En este artículo hemos dado cuenta de algunas obras que consideramos de interés, si bien debemos leerlas con sentido crítico y no siempre con credibilidad histórica. Son buenos libros y sabemos que lo que en ellos se cuenta «se non è vero, è ben trovato».
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